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Sábado, 20 de Abril del 2024
| 8:21 am

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Angustia, sufrimiento, indignación dejó el terremoto en México 96 muertos

Bogotá.-

Mexico

Unas 10 personas murieron y 600 casas cayeron en Unión Hidalgo, 20 kilómetros al sur de Juchitán, Unión Hidalgo fue uno de los municipios más golpeados por el terremoto en México y es el más olvidado.

Los vecinos no están seguros de cuánta gente ha muerto (en torno a 10) ni cuántas casas cayeron (unas 600), pero tienen claro que pese a estar a 20 kilómetros al sur de Juchitán -donde se han concentrado las víctimas, el daño y la ayuda- nadie se acuerda de ellos. El terremoto dejó 96 muertos, 76 de ellos en el estado de Oaxaca, donde 12.000 viviendas resultaron dañadas.

En Unión Hidalgo la gente, por su cuenta, empezó a apilar de forma ordenada en las esquinas los escombros que han ido sacando de sus viviendas. Hay calles inundadas y falta de agua potable, escasea la comida y se respira un aire a abandono. Sobreviven gracias a los alimentos que tenían antes de que temblara la tierra en la noche del jueves y de lo que algunos se animan a traer de Juchitán.

La vía más directa, atravesar el puente del Estero, no es segura. Quedó agrietado y son pocos los que se aventuran en sus vehículos. Las personas cruzan a pie con bolsas y se montan en un taxi que los espera del otro lado. El casi aislamiento no los lleva a la desesperación, más bien hay resignación de que de ellos se van a acordar tarde. La asistencia oficial, dicen varios vecinos, no ha llegado.

“No sabemos por qué no llega la ayuda, hay mucha gente que sí necesita, nos sentimos olvidados. No vamos a aguantar mucho, tenemos que ir a ver cómo”, dice Rosa, de 72 años. “La situación está muy grave, no sé hasta cuando vamos a reponernos un poco, olvidar no se puede olvidar. El miedo nos entró hasta el fondo y más, no pensaba vivir para estar platicando (hablando) ahora”.

Sentada en sillas de plástico en la puerta de su hogar, junto a su hermana Elba, 10 años mayor, cuenta que la noche del temblor se les empezó a caer el techo encima y lograron salir a tiempo, pero su casa quedó agrietada y en riesgo de más derrumbes. Ahora, en calma pero molestas, frágiles pero agradecidas, se dedican a esperar.

“Vimos que era el fin del mundo. Hay que aprovecharlo ahora, hay que aprovechar esta segunda oportunidad”, comenta Rosa.

Pusieron baldes en el patio para usar la lluvia para bañarse, tienen agua para tomar porque un señor pasó y les dio “seis botellitas”, y comen lo que les queda. Totopos (tortilla de maíz tostada), queso y huevo.

Estela Morán, de 31 años, y sus hijas sobreviven porque es dueña de una tienda y consumen lo que poco que tiene en los estantes, y critica la falta de asistencia. “Nos sentimos encerrados, impotentes”, señala, “del montón de ayuda que mandan, pasa como una aduana, alguien se la está quedando”.

“Cuando vienen a pedir el voto”, agrega, “sí van casa por casa, cuadra por cuadra, ahora nadie se dignó a aparecer”.

En medio de la entrevista, a Andreína Giménez, de 21 años, le suena el celular. Vive en Asunción Ixteltepec (a 12 kilómetros de Juchitán), donde 10 personas murieron y cientos de casas quedaron destruidas. Es su tío que le pregunta cómo están y qué necesitan. Y no puede contener las lágrimas. Habla de que su madre está destrozada, de que el esfuerzo de tres décadas para levantar su hogar quedó inhabitable, que sus abuelos perdieron todo. Le pide lonas y tiendas de campaña porque duermen en la calle para evitar que les roben sus pertenencias.

“El gobierno no ha venido, ni el presidente municipal, no hay ayuda, ni siquiera han pasado a preguntar a ver cómo estamos. Es como si no existiéramos, se han olvidado, no han preguntado ni qué nos falta”.

“Acá estamos bien comparado con gente que no tiene nada, tenemos sillas, colchonetas”, agrega. “No queda otra que salir adelante con lo que poco que tenemos y empezar de cero”.

Casi 72 horas del terremoto, comenzaron a llegar las primeras ayudas.

El dueño de una taquería de Ixtepec, a 20 minutos de distancia, recorre el poblado en la caja de su camioneta. “Es el gobierno el que debería estar haciendo esto pero lo hacemos por humanidad”, explica Ulber Santiago mientras le entrega a Giménez una bolsa con agua, galletas, atún, sardinas, tortillas y papel higiénico.