Periodico Las Americas

La triste cara de la inmigración

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Por: Ramón Jiménez
Takoma Park, Maryland.-

Mutilados

Sonia Umanzor, ministra consejera de Asuntos Comunitarios de la Embajada de El Salvador ante la Casa Blanca recibió a un grupo de inmigrantes lisiados hondureños integrantes de la organización AMIREDIS en la Casa Rutilo Grande de Takoma Park, Maryland.

A casi un año de haber dejado su natal Honduras (febrero 2015) un grupo de inmigrantes que sufrieron mutilaciones en sus cuerpos tras su fallido intento por llegar a Estados Unidos, siguen sin cumplir su objetivo principal como es el de ser escuchados —como ellos quisieran— en las altas esferas estadounidenses (la Casa Blanca, el Congreso de Estados Unidos y otros grupos de poder), para que otros inmigrantes no sufran todas las inclemencias, vejaciones y desprecio por la que ellos pasaron y en cierta forma siguen experimentando. También hacen votos para que los más de once millones de indocumentados que residen en este país puedan recibir permisos de trabajo y estadía legal.

El grupo salió de la ciudad de El Progeso, una ciudad de unos 150 mil habitantes en el departamento hondureño de Yoro (al noroeste), donde habían regresado después de sufrir las mutilaciones de brazos o piernas y recibir tratamiento en México. Algunos como el caso de José Luis Hernández dilató unos tres años en varios hospitales y recibió nueve operaciones, antes de ser enviado a su país de origen, donde después de cierto tiempo junto con otras víctimas de la Bestia (el tren de carga que abordan los inmigrantes en México en su viaje a la frontera de Estados Unidos) se organizaron y decidieron emprender viaje de regreso a este país, no para cumplir el supuesto “sueño americano”, sino para abogar porque otros inmigrantes no aborden el tren que terminó con sus sueños y no sufran las duras experiencias que ellos tuvieron que afrontar y los llevó a casi perder sus vidas. Pero al llegar a la frontera no fueron recibidos como ellos esperaban y tuvieron que permanecer en un centro de detención, hasta que con la ayuda de la organización RAÍ- CES consiguieron un permiso de asilo, que vence hasta el año 2019. Al recibir la visa emprendieron su viaje a pie hacia Washington, D.C., que les tomó varios meses.

“No ha sido fácil nuestra estadía aquí desde que llegamos, porque a pesar de la ayuda recibida seguimos necesitando más; ninguna organización se ha querido comprometer seriamente con nosotros”, dijo José Luis Hernández, coordinador del grupo, durante la recepción ofrecida por Sonia Umanzor, ministra consejera de Asuntos Comunitarios de la Embajada de El Salvador en Washington, en la Casa Rutilio Grande de Maryland.