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Jueves, 25 de Abril del 2024
| 6:28 am

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Somos un proyecto de paz

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Paz

Hemos convertido el mundo en una cubierta de sin razones, a causa de sangrientos conflictos, haciendocada día más complicado transitar por los caminos de la vida de manera segura. El orgullo de quienes no ambicionanacoger es marginar, destruir, generar un infierno de desconciertos, donde nadie respete a nadie y todo se ponga enentredicho. Para desgracia nuestra, hemos olvidado que somos un proyecto de paz, no de guerra, y que a pesar de lasdificultades halladas en el camino, somos un signo de ilusión. Por tanto, no podemos caer en la desolación yrearmarnos para sentirnos grandes, sino más bien hemos de ser inclusivos con todas las culturas, pues todos nosmerecemos un lugar seguro donde vivir, además de que nadie puede ser considerado inservible, fuera de lugar oeliminado.

Todo esto adquiere en el momento presente un significado especial, ya que cada día son más los moradoresque se lanzan a la búsqueda de condiciones más humanas. No es extraño, subsiguientemente, que estos movimientosmigratorios susciten en un principio cierto recelo y rechazo, pero tenemos que acostumbrarnos a ser personashospitalarias, para que se activen las concurrencias entre análogos. Irremediablemente, hemos de entendernos y novulnerar los derechos fundamentales a los que todos tenemos el deber de respetar.

”La guerra en Afganistán no tiene solución militar y las partes deben unirse para encontrar alternativaspolíticas”, lo acaba de afirmar recientemente el Secretario General de la ONU en Kabul.

Todavía hay unas 600.000personas sitiadas en Siria. Ante esta brutalidad, cualquier oportunidad es buena. Por tanto, las conversaciones deGinebra del 28 de junio para buscar una salida pacífica negociada al conflicto en beneficio del pueblo sirio, es unmotivo más para la esperanza. Confiamos que lo sea. Trabajar unidos en ese proyecto armónico del que formamos parte todos, sin exclusiones, nos interesa a lahumanidad en su conjunto.

No es de recibo, por consiguiente, aglutinar maldades como forma de energía. Somosgente de vida, no de muerte. Queremos vivir. Deseamos cohabitar y convivir, y la mejor manera de hacerlo, es condisponibilidad de unos para con otros, sin levantar muros infranqueables. Por ello, es im- portante subrayar ese espíritude cooperación/colaboración, mirando la realidad que nos circunda, desde una visión más hermanada, en la que todostrabajemos por la ecuanimidad. Que la paz, como dijo el filósofo Baruch Spinoza (1632-.1677), “no es la ausencia deguerra, es una virtud, un estado de la mente, una disposición a la benevolencia, la confianza y la justicia”.

Ciertamente, no puede haber sosiego si nuestro sentimiento se vuelve egoísta, pues somos seres en relación, lo quenos exige un cultivo de solidaridad y de apuesta por una mentalidad que aliente y alimente a ensamblarse unos conotros, lejos de divergencias e inmoralidades.A propósito, hace tiempo que vengo reivindicando un cambio de corazón y un mayor compromiso de todospor la especie humana, de la que nadie puede ser separado. Si la desnuclearización de Corea del Norte es necesariapara asegurar la paz en el mundo y el Nordeste Asiático, también se requiere un mayor diálogo, en base a lareconciliación para activar la familiaridad y el anhelo, cuando menos entre todos.

Otra de las urgencias, sin duda, esque hay que silenciar las armas en todos los continentes. Es nuestra gran asignatura pendiente. Hemos de declarar elcomercio de armas en estado de quiebra total. Quizás sea el momento de aunar fuerzas entre todos los continentes,con el objetivo de avanzar hacia una apuesta por la concordia, más allá de nuestra identidad cultural. De ahí, lanecesidad de avivar el respeto, la seguridad y la dignidad para todos. En consecuencia, debemos resistir frente al cinismo, pero también levantar nuestra voz ante el huracán deatmósferas discriminatorias que nos denigran a todos.

Ha llegado el momento de construir puentes, de tender la manoy de abrazar sin miedo la defensa de los derechos humanos. Como sea, hay que hallar mecanismos que garanticenjusticia para las víctimas, sobre todo cuando el atropello sufrido equivalga a un crimen de lesa humanidad. El mundo ha de reformarse hacia acuerdos de equilibrio de derechos y obligaciones, asegurando una igualdad de condiciones. Al fin y al cabo, la cuestión es agruparnos para hacernos la vida más fácil, máxime en un período en el que urgeincrementar la ayuda humanitaria en muchas partes del planeta. A poco que fomentemos la cultura del encuentro, yno del encontronazo, se conseguirá, porque hasta nuestra propia conciencia nos llama a la evolución de converger yconciliar cada día.