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Jueves, 21 de Noviembre del 2024
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Reforma Migratoria: Semana crucial

Por: Maribel Hastings
George W. Bush se le pueden cuestionar varias decisiones, sobre todo de política exterior, pero no se le puede cuestionar que sí trató de impulsar una reforma migratoria amplia aunque al final su propio Partido Republicano y un puñado de demócratas echaron por tierra las posibilidades de concretarla.

Bush se había mantenido al margen del actual debate migratorio, pero esta semana reapareció para promover el tema, primero el domingo en una entrevista en el programa This Week de la cadena ABC, y el miércoles encabezará una ceremonia de naturalización en su centro presidencial en Dallas, Texas.

En los momentos en que el miércoles 10 de julio Bush presida la ceremonia de naturalización y hable de los aportes que hacen los inmigrantes, sus colegas republicanos de la Cámara de Representantes, por su parte, llevarán a cabo una reunión privada especial con miras a buscar una salida del laberinto que enfrenta la reforma migratoria en ese organismo. Los dos eventos del miércoles también ofrecen un estudio de contrastes entre los bandos republicanos.

Bush entendía, y entiende, la importancia del voto latino que sin duda lo catapultó, sobre todo a su reelección presidencial en 2004 cuando se alzó con 40% del sufragio hispano. Su entonces asesor, Karl Rove, sigue siendo uno de los estrategas republicanos que más insiste en la urgencia de que el Partido Republicano enmiende, a través de la reforma migratoria, su maltrecha relación con la comunidad latina y los votantes hispanos.

El domingo Bush afirmó que “la razón para aprobar la reforma migratoria no es para apuntalar al Partido Republicano sino para enmendar un sistema que está roto”. Pero al mismo tiempo declaró que “en lo que a mí concierne, las buenas políticas públicas generan buenos réditos políticos”.

Pero las voces que creen lo contrario dominan el discurso, hasta ahora, en la Cámara Baja. Son los que piensan que una victoria política compartida con los demócratas en el rubro migratorio no beneficiará políticamente al Partido Republicano entre los votantes latinos.

Son los que a pesar de la clara lección matemática de la elección presidencial del 2012 todavía creen y promueven la idea de que sin el voto latino los republicanos pueden recuperar la Casa Blanca, ignorando la nueva realidad política y demográfica del país. Son los que creen que únicamente aumentando la cifra de votantes anglosajones e ignorando el voto latino pueden volver a ganar elecciones presidenciales cuando en realidad requieren de ambos segmentos electorales, y también de otros.

Mensualmente 50 mil jóvenes latinos cumplen 18 años de edad. Son 50 mil potenciales votantes por mes; 600 mil potenciales votantes por año. Hay casi 24 millones de latinos elegibles para votar y sólo la mitad vota. Se trata de una fuente electoral disponible para los partidos que peleen por ese voto y atiendan los asuntos que les preocupan, como es el caso de la inmigración para los hispanos. En cada elección presidencial el segmento anglosajón de electores ha ido a la baja y el de votantes no blancos al alza.

No hay que ser matemático ni científico para sumar y restar y percatarse de que en un país donde las minorías se encaminan a ser la mayoría, los partidos políticos tienen que adaptarse y apelar a esos votantes abordando sus intereses.

Bush y Rove lo entendieron, y lo entienden, y su mensaje de conservadurismo compasivo y la reforma migratoria supuso ganancias con el voto latino, avances que desde las elecciones de 2008 y de 2012 se echaron por la borda.

Boehner puede optar por tratar de impulsar un plan bipartidista como el del Senado, que contenga una vía a la ciudadanía, o puede permitir que la reforma se convierta, nuevamente, en rehén de los antiinmigrantes que sólo buscan matarla. Se trata, sin duda, de una semana crucial para el futuro de la reforma y del Partido Republicano.