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Viernes, 22 de Noviembre del 2024
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El sueño americano es una pesadilla

Por: Luisa Fernanda Montero
Para La Red Hispana
Somos una aldea global, y a pesar de que el concepto está claro hace mucho, en la práctica, al parecer no nos damos cuenta. Pero vamos por partes. La crisis humanitaria generada por el éxodo masivo de niños y adolescentes de los países centroamericanos a Estados Unidos, que ha traído a este lado del continente a más de 52 mil almas, es un patético ejemplo de ello, y por tanto de lo mucho que nos falta avanzar como seres humanos.

Levantar la mano para señalar culpables es muy fácil, y en momentos de crisis como este, ese es un comportamiento reiterativo, los demócratas señalan a los republicanos, los republicanos a los demócratas, los congresistas se lavan las manos y el presidente pide plata, pero al final no pasa nada. Y no va a pasar nada, si sigue primando el comportamiento egoísta y ciego que nos ha regido hasta ahora.

El problema, para empezar no es solo de Estados Unidos, el problema es del continente. En los países emisores de pequeños emigrantes, como el Salvador, Honduras y Guatemala rige la inequidad social, la pobreza avanza rampante y la delincuencia acampa en las calles en medio de una innegable impunidad. Miles de familias sufren las consecuencias del desmembramiento por diversas causas, una de ellas la emigración al país del norte, lo que deja a los pequeños en manos de cuidadores impotentes para alejarlos de las garras de la violencia o la ambición. Muchos terminan alimentando las fauces de las maras o huyendo temerosos a un desierto inhóspito que a pesar del peligro que encarna guarda la promesa de la libertad. Y allí está la falacia, la mentira, el engaño. Porque no hay tal libertad y el sueño americano se convierte para los viajantes en una pesadilla, se traduce en un refugio inhóspito donde con suerte calmaran su sed.

La crisis fronteriza que vive Estados Unidos hoy en día es la consecuencia de su propia ineficiencia, de su incapacidad de legislar y poner orden dentro de sus propios límites. Si hubiese un sistema migratorio mínimamente coherente, los padres de muchos de los niños que invaden hoy esos refugios tendrían el estatus legal que merecen como trabajadores y podrían traer a sus hijos por vías legales y decentes.

El presidente Barack Obama pide hoy dinero para responder a la crisis y vuelve a hacer promesas, cuando es evidente que la reforma migratoria con la que se comprometió no se hará realidad. Pero lo cierto es que en su momento, el presidente usó el tema migratorio como caballito de batalla para ser elegido y reelegido dentro de la comunidad hispana y al final no cumplió. Lo cierto es que Obama le falló a los hispanos, nunca invirtió el capital político que era necesario para sacar la reforma adelante, como si lo hizo, por ejemplo, a la hora de sacar adelante la reforma a la salud.

Pero eso ya no importa porque la rueda vuelve a girar y en las próximas elecciones seguramente habrá quien se vuelva a encaramar en el caballo de la reforma para manipular a una comunidad que enceguecida por la esperanza, seguramente volverá a caer. Pero la verdad es que la miseria emocional en la que viven millones de inmigrantes en Estados Unidos no le importa al presidente, ni a los congresistas, ni a nadie con poder de transformarla.

La prueba reina es la tragedia humanitaria que se vive en la frontera. Pero los países emisores no pueden negar su responsabilidad. Su condición de subdesarrollados no los escusa. Somos una aldea global, lo que pasa aquí afecta a los de allá, lo que me pasa a mí te afecta a ti. La humanidad no puede abstraerse de sí misma, estamos todos en el mismo barco, somos una aldea global, o, para entenderlo mejor, la inconciencia de un representante cualquiera a la Cámara de Representantes de Estados Unidos, termina afectando directamente a un pobre niño que se haya sin alternativas y se ve empujado a atravesar el desierto en busca de un mundo mejor.