Visita triunfal al Congreso
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- Categoría: Inmigración
- Publicado el Sábado, 24 Enero 2015 2:00am
Por: Humberto Caspa, Ph.D., es profesor e investigador de Economics On The Move
Muchos ex presidentes ya tenían la etiqueta de lame duck (sin poder) en plena frente a dos años del final de su mandato presidencial. Con Barack Obama sucede lo contrario. Después de oír su informe del Estado de la Unión, el Presidente Obama pareciera vivir los momentos más álgidos de su periodo presidencial. La actitud y el semblante del jefe de la Cámara de Representantes John Boehner, quien estaba sentado detrás del presidente y a lado del vicepresidente Joe Biden, era fiel reflejo de la anomalía de los representantes republicanos. Al igual que sus correligionarios conservadores, Boehner tenía una expresión de derrotado, su mirada era taciturna e inerte, mostraba una mueca de desagrado y su alma probablemente prefería estar en su alcoba descansando o mirando televisión que escuchar 56 minutos de la diatriba del Presidente. Mientras tanto Obama, demostraba con altivez, casi con descaro, la resurgencia de la economía del país.
“La sombra de la crisis ha pasado y el Estado de la Unión está fuerte. Con una economía en crecimiento, una disminución del déficit, una industria desbordante y una producción energética en auge, hemos salido de la recesión…”, señaló.
El vicepresidente Biden, como todos los representantes y senadores demócratas que estaban en su frente, se levantaban jubilosos y aplaudieron al escuchar las palabras de crecimiento económico y multitud de trabajos para las familias norteamericanas. Mientras tanto, los republicanos se mantuvieron sentados. No sabían si aplaudir o sacarse los zapatos y lanzarlos contra el Presidente.
Obama increpó: “Esta noche, después de un año decisivo para Estaos Unidos, nuestra economía está creciendo y está creando trabajos de una manera muy rápida. [Algo no visto] desde 1999”.
Boehner y los suyos apenas pudieron contener sus lágrimas por algo que, evidentemente estaban de acuerdo y tal vez felices, pero no les gustaba que todos los créditos y/o méritos se los estuviera llevando un presidente demócrata. Y que ellos, los republicanos, eran los chicos malos ante los ojos de la población norteamericana.
Luego el presidente Obama se mostró, no solamente efusivo sino también resuelto en torno a la cuestión migratoria. Como se sabe, la orden ejecutiva del año anterior que beneficia a más de cinco millones de inmigrantes indocumentados fue resultado de la incapacidad, más bien de inoperancia de los representantes republicanos de la Cámara Baja, de no saber legislar una reforma integral migratoria que ya había sido aprobado por el Senado. El Presidente miró a cada uno de los republicanos e insinuó que no iba a aceptar ningún tipo de derogatoria contra su mandato presidencial.
“Voy a vetarlo”, manifestó con autoridad. Luego de increpar a los republicanos sobre la economía y la cuestión migratoria, el Presidente definió su proyecto a corto y mediano plazo, haciendo énfasis que una economía de clase media, base del éxito y desarrollo. “La economía de clase media implica la ayuda a las familias trabajadoras en un mundo de constante cambio. Quiere decir ayudar a que la gente pueda pagar el cuidado de sus niños, la universidad, su casa, el retiro […]”.
Así, el martes por la noche fue uno de los momentos más felices de la vida del Presidente. Después de su informe tuvo el “descaro” de quedarse dentro de la sala principal del Congreso por más de quince minutos para saludar y firmar autógrafos. Se notaba que ese momento era suyo; nada ni nadie podían robarle un solo minuto de su visita triunfal al Congreso.