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Sábado, 23 de Noviembre del 2024
| 4:28 pm

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16 horas de asedio en la cafetería de Sydney graban víctimas de secuestrador

Australia.-

Secuestrador

El secuestrador obligó a sus víctimas a grabar videos con sus demandas, que luego envío a los medios.

La mañana del lunes el clérigo iraní Man Haron Monis (50) entró a la cafetería de la chocolatería Lindt en la estación Martin Place, en pleno centro de Sydney, sin despertar sospechas. Entonces se sentó y luego se entretuvo conversando con Tori Johnson, el gerente del local. Poco después y para sorpresa de Johnson, Haron Monis se levantó, sacó un arma y disparó al aire, instando a los clientes del local a levantarse con las manos en alto.

Así se iniciaron las más de 16 horas de asedio que vivieron 17 personas a manos de un hombre asilado en Australia, sin lazos con los yihadistas del Estado Islámico, y que por años intentó llegar a las autoridades con sus particulares demandas: escribió cartas, manifiestos, e incluso se encadenó al Parlamento sin obtener respuesta. Con este secuestro creía que finalmente sería escuchado.

La versión australiana del diario The Guardian dio con los testimonios de los familiares de los rehenes, que relataron la historia de lo que ocurrió al interior del café. La primera alerta la recibió la policía a las 9.45 con el llamado de una mujer que quiso ingresar al local. La mujer desistió al ver que un hombre dentro del café la apuntaba con un arma. A continuación, nadie pudo entrar o salir del café.

En las primeras horas, Haron Monis usó a sus rehenes como emisarios para trasmitir sus peticiones a las autoridades. A cambio de esto, iría soltando paulatinamente a sus víctimas: cinco serían liberados si conseguía hablar con el primer ministro Tony Abbott; dos a cambio de una declaración pública del gobierno que reconociera el secuestro como un acto del EI; y un último prisionero si le hacían llegar una bandera negra del grupo yihadista.

Al no recibir respuesta, obligó a los retenidos a grabar videos que hizo llegar a los medios locales. Ninguno fue trasmitido, y con el pasar de la horas, el iraní percibió que su plan fracasaba.

“No había forma de razonar con él, estaba tan enojado”, dijo uno de los secuestrados a The Guardian “Sabía que su mensaje no estaba saliendo y se cada vez se ponía más furioso”.

Con el pasar de las horas, la tensión había crecido tanto fuera y dentro del local. Cerca de las 15.37, mientras Haron Monis estaba distraído, un grupo de rehenes corrieron a la puerta principal, apretaron el botón de salida y lograron escapar.

“Si esa puerta no se hubiese abierto, estoy seguro que me habría disparado en la nuca”, contó uno de los hombres. Minutos después, un segundo grupo logró zafarse del “jeque” iraní.

Al caer la noche, un par de rehenes habría tratado de quitarle el arma al secuestrador. Sin embargo, fue el sonido de disparos al interior del café lo que alertó a las fuerzas policiales, que lanzaron bombas de humo y de luz en su interior. Cerca de las 2.20, el resto de los rehenes escapó. Y cuando el humo se disipó, Haron Monis yacía muerto junto a dos víctimas.