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Viernes, 22 de Noviembre del 2024
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Los “soñadores” seguirán su lucha hasta alcanzar metas en los EE.UU.

Por: Paula T. Castellano
Washington DC.-

Activistas y sonadores

Pese a que desea continuar sus estudios y trabajar, mediante el programa DACA, se ha informado de que como indocumentado tiene que pagar hasta 20.000 dólares por año, debido a que es un extranjero en el país.

Los jóvenes estudiantes que llegaron al país traídos por sus padres como indocumentados tienen bien puesto el apelativo de “soñadores”, a tenor de los variados testimonios que ha reunido de ellos.

Cuando terminó de ver la película The Dark Knight, José Cáceres decidió que un día sería director de cine como Christopher Nolan. Pese a tener enfrente un camino con leyes migratorias que van en contra de sus anhelos, él confía en su intuición y no piensa rendirse hasta conseguirlo. Nació hace 21 años en la capital de Guatemala y a los 12 llegó a Estados Unidos.

“Soy un gran fan (fanático) de las películas de Christopher Nolan, él fue quien me inspiró para estudiar filmación”.

“Sueño en ser director de películas o de shows de televisión”.

Cáceres es uno de los cientos de miles de indocumentados que mantienen puesta su fe en que un día las leyes de inmigración les permitan alcanzar sus objetivos en Estados Unidos. Se inscribió en el programa de DACA (Acción diferida para los jóvenes llegados en la infancia) y comenzó a estudiar filmación en el Colegio de la Comunidad de Alexandria, Virginia. Su permiso está vigente hasta el verano de 2015 pero su solvencia económica le ha impedido continuar. Ha aprobado 30 créditos en el colegio pero cada uno le ha costado 450 dólares, 300 dólares más que a un estudiante que no es indocumentado.

“Ya no pude continuar por la falta de dinero”, lamenta.

La meta académica de este joven residente en Arlington, Virginia, es obtener un título universitario en cinematografía.

“Quiero hacer historias que presenten dónde haya mayor inclusión a las minorías porque me he fijado que en el cine no son bien representadas: salen de meseros, de jardineros”, afirma. “Mis compañeros se enfocan mucho en lo técnico, en la edición, pero a mí me gustan las historias, creo que la historia es lo importante, por eso quiero hacer cine”.

Mientras regresa al estudio, José aprovecha su permiso de DACA para trabajar en un centro de llamadas de servicio al cliente en FARE, transporte público del área metropolitana de Washington, D.C. Luis Rosales, otro de los estudiantes indocumentados que mantienen vivos sus objetivos académicos, participa junto con Cáceres en los movimientos de la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos con el fin de encontrar medios para esta causa común.

“Vine a Estados Unidos a los ocho años”, menciona el nacido San Miguel, El Salvador. “Llevo 10 de vivir aquí. Siento que prácticamente he vivido toda mi vida en este país”.

Cuando estudiaba la secundaria su mamá le comunicó que su condición migratoria era distinta de la de los estadounidenses de nacimiento o que contaban con permisos legales en este país. El salvadoreño era entonces muy pequeño para comprender esa diferencia pero con el tiempo cayó en la cuenta de sus desventajas en Estados Unidos.