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Viernes, 22 de Noviembre del 2024
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En hora buena

Por: Humberto Caspa, Ph.D., es profesor e investigador de Economics On The Move. E-mail: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Washington DC.-

Más de 84 millones de personas se apostaron al frente de su aparato de televisión para ver y analizar el debate entre Hillary Clinton y Donald Trump. Fue un evento anticipado –como un Super Bowl de futbol americano—, un evento de titanes, un enfrentamiento entre la estrella de los programas virtuales de la televisión y la más potentada política de todos los tiempos. Al final, el enfrentamiento resultó ser un gran fiasco.

La riña política duró apenas 15 o 20 minutos después de dar su inicio. Los demás minutos fueron una matanza sin sentido.

La estrella de los programas virtuales de televisión sintió el peso y la presión de la realidad de la sociedad, de sus problemas económicos, sociales y políticos. Al final, desfalleció en frente de las cámaras de televisión.

Así es, Donald Trump se desmoronó en el primer momento en que la más potentada política de todos los tiempos empezó a quebrantarle el alma con un manejo de información raras veces visto en un debate presidencial. El furor de la indagación fue tan devastador que el pobre Trump consumió rápidamente el agua que le pusieron sobre el atril. Su tez pálida se tornó en un rojo entomatado que hizo confundir con el color rojizo de su cabello. Sus labios se pusieron más delgados. El pavor a su contrincante le hizo respirar con más profundidad al punto que se sintieron los gemidos de su respiración. Trump respiraba con tosquedad e incomodidad.

Mientras tanto, Hillary Clinton, consciente de que éste era la instancia de darle un golpe certero a su rival, se preparó por muchos días para el duelo político. Su entereza en seguir paso a paso las instrucciones del equipo de profesionales que la entrenaron para salir airada en el evento, le pago dividendos. Después del debate, todos comentaron cómo había dominado a su rival.

No solo le hizo perder los controles, sino le hizo reconocer que es un sexista irreformable.

A la ganadora de un evento de Miss Universo 1996, Alicia Machado, la llamó Miss Piggy (señorita puerca) y Miss Housekeeping (señorita de la limpieza) porque había aumentado de peso y porque era de ascendencia latina, respectivamente.

El racismo de Trump nuevamente desconcertó a las cámaras de televisión y enrabió a una gran parte del pueblo norteamericano. Se jactó de haber hecho mostrar públicamente el certificado de nacimiento del Presidente Barack Obama porque le había cuestionado el lugar de su nacimiento.

Asimismo, Trump hizo notar que no tiene idea de las políticas internacionales; su admiración por líderes autoritarios y abusivos sigue siendo una parte dominante de su personalidad. Por si fuera poco, el empresario del copete rojizo reconoció que no había pagado impuestos al Estado a pesar de los millones de dólares que cosecha en el mundo de los negocios.

Esta vez fue una mujer quien lo desenmascaró y lo presentó como el más ignorante de todos los políticos de nuestra historia. Trump ha quedado malherido después del debate del lunes. Sus aliados moderados empiezan a abandonarlo poco a poco. Todo parece indicar que muy pronto, pero muy pronto, tendremos a una mujer inteligente en la presidencia de la República. Que sea en buena hora.