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Sábado, 23 de Noviembre del 2024
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¡Repudio al dios dinero!

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Trata de personas

Aún no hemos aprendido a decir fuerte y grave, ¡no al Dios dinero!, ese que nos mueve a su antojo ycapricho. Lo hemos endiosado tanto, que forma parte de nosotros como la única razón de vida, hasta el punto de quetodo tiene un precio en este mundo de capitales, incluido el propio ser humano. Deberíamos haber aprendido de quehay cosas que el peculio no puede comprar. No tiene sentido ese apego a algo que nos destruye, máxime cuandohacemos un uso desfigurado del mismo, pues en lugar de contribuir a progresar, nos retrotrae a tiempos pretéritos deinútiles batallas, de hermanos contra hermanos, de familias contra familias.

Pongamos como reflexión, el misteriosonegocio de los mil artefactos, creciendo como jamás, mientras la ayuda destinada a la educación ha disminuidodurante seis años consecutivos. En 2016 alcanzó sólo 12.000 millones de dólares, un 4% menos que en 2010, revelaun estudio reciente de la UNESCO. Está visto que nos queda mucho por asimilar, ya que lo importante no es que loscaminos se nos abran por nuestra riqueza, sino que hagamos el itinerario en función de nuestra entrega a los demás, yno en función de la fortuna. Para desgracia de toda la humanidad, hace tiempo que el mundo ha dejado de educar a sus descendientes, alos que les hace aprender lenguajes diversos, pero no la verdadera expresión que nos humaniza, y que no es otra queel donarse.

Ojalá que los sistemas educativos fuesen más corazón que ideas, más alma que contenidos, cuando menospara poder relacionarnos entre nosotros, más allá de las riquezas y la posición económica. Es tan profundo elendiosamiento de las finanzas, que somos una generación perdida, totalmente enclaustrada por el poder delpatrimonio, sin apenas libertad alguna. Toca despertar y dar culto a la poesía. El dinero nos corrompe, nos vicia yenvicia hacia horizontes verdaderamente sanguinarios. Hemos caído en el timo del Dios dinero.

Ahora toca reponersey tomar empuje hacia otro modo de ver las cosas. Para empezar, si en verdad queremos aprender a convivir en unmundo global, hay que despojarse de la codicia y ponernos todos en camino de ayudarnos, pues como ya en sutiempo decía el filósofo chino Confucio (551AC-478AC): “donde hay educación no hay distinción de clases”. En consecuencia, rechazo totalmente a los voceros que no hallan efectivo para educación, sanidad, u otrosbienes y servicios básicos; y, sin embargo, lo encuentran para avivar contiendas, comercializar armas o invertir en lasdoctrinas del endiosado caballero don dinero. Subsiguientemente, de nada sirve que la economía global crezca, sinose redistribuye, definiendo metas, diseñando redes de protección social, para que cualquier iniciativa llevada a cabo,imprima un buen resultado. Téngase en cuenta, además, que por ese afán de voracidad de algunos ciudadanos; latierra, la biodiversidad, los océanos, los bosques y otras formas de capital natural, se están agotando a un ritmo sinprecedentes. Desde luego, que nos falta amor y nos sobran intereses.

En ocasiones, somos tan ingenuos que pensamosque el bolsillo, por si solo, nos va a sacar de esta crisis de humanidad, obviando el amor que es, realmente, laverdadera fuerza del cambio. Sospechen, por tanto, de aquel que piensa que lo metálico puede hacerlo todo, cabedesconfiar de sus palabras, pues será capaz de hacer cualquier cosa por atesorar más dividendos para sí y los suyos. Tras esta actitud egoísta, que suele rechazar toda éticamoral, difícilmente vamos a poder cooperar en lacreación de una economía mundial más perdurable e inclusiva. Todo lo contrario, la igualdad de oportunidades varíade unos lugares a otros y, de igual modo, la distribución equitativa de la carga no pasa de ser un sueño imposible, antelos efectos destructivos de la corrupción.

Quizás para salir de este espíritu de podredumbre, tengamos que pasar delos esquemas trazados y reinventarnos otra manera de vivir más humilde, menos poderosa y más de servicio, porquelos ilícitos explotan a los que no pueden defenderse y esclavizan. La mística española Santa Teresa de Jesús (1515-1582), lo tenía claro: “No me vendo, es el único lujo de los pobres”. Este es un buen y esplendoroso propósito.