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Lunes, 23 de Diciembre del 2024
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Hay que levantarse siempre

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Levantarse

Tenemos que mejorar los cimientos éticos, luego es menester levantarse siempre, a pesar de lasdificultades que muchas veces nosotros mismos generamos, con actitudes indecentes y salvajes. Hayquien dice que el auténtico avance humano radica, precisamente, en ese empuje moral, que es el que noshumaniza. Quizás tengamos que tomar conciencia y aprender a correspondernos más y mejor con esemundo laboral, y por ende, despojarnos de todo egoísmo, para activar un sentir responsable social ycorporativo, como especie hermanada y pensante.

Por ello, el deber de dignificarnos es primordial yhemos de hacerlo sin exclusiones, con un trabajo decente, lo que conlleva un salario digno, unascondiciones laborales justas y un quehacer humanizado, capaz de realizarnos como personas, y que ha deestar por encima del capital, del beneficio y del mercado. En efecto, hay que promover una salida de este estado salvaje, sin honestidad alguna, para darpaso a otro mundo más civilizado, en comunión con la vida, donde cada cual pueda sentirse reencontradocon su análogo, y no enfrentado.

Por desgracia, las políticas hace tiempo que han perdido ese universo deideales conciliadores y de diálogos auténticos, de servicio incondicional y desinteresado, para darerupción a una legión de personajes titiriteros y corruptos, que más que servidores de lo público, hanfomentado el departamento de espectáculos. Hemos de volver, por tanto, a esa dimensión social detrabajar para el beneficio social de toda la Humanidad. Hoy más que nunca, sin duda, es esencial trabajarjuntos por el bien común, con el mejor liderazgo posible, ya que es un servicio de mucho sacrificio ydedicación, especialmente en un momento de tantas dificultades como el presente.Urge, en consecuencia, elevarse y ennoblecerse como ciudadanos de bien; dispuestos a compartirhorizontes y a soñar con otro mundo más pacífico. No fabriquemos más armas, por favor. Entremos enconversación, con la empatía necesaria para el consenso, y así se propagarán noticias esperanzadoras quenos despertarán el ánimo.

Ahora sabemos, por ejemplo, que doscientos niños de Sudán del Sur ya notendrán que tomar las armas a diario. Los grupos armados los han liberado de sus filas tras unasnegociaciones apoyadas por UNICEF, que ha destacado que “por cada niño liberado, se marca elcomienzo de una nueva vida”. Se espera que sean mil los menores que dejen la guerra en los próximosmeses, pero aún quedan 19.000 niños soldados en el país africano.

Algo es todo, conviene recordarlo,como que la primera condición para generar un clima armónico, es tener voluntad de conseguirla. Indudablemente, el querer lo es todo en la vida. Es la energía interna de cada cual la que nostrasciende y nos transporta.

A propósito, también este año, se celebra el octavo “Diálogo sobre armoníacon la naturaleza”, el día 23 de abril en la Sede de la ONU de Nueva York. Pensamos que esta pláticainteractiva es una buena plataforma para tratar temas como la producción sostenible y los patrones deconsumo. Asimismo, el coloquio quiere fomentar que los ciudadanos y las sociedades se concienciensobre cómo se pertenecen y cómo pueden acoplarse con el mundo natural; al mismo tiempo, pretendemejorar los cimientos moralistas de la relación entre la Humanidad y la Tierra, en términos de desarrollosostenible, puesto que si la Tierra y sus Ecosistemas son nuestro hogar, también el cuerpo y el espíritu sonnuestra vida a proteger, lo que nos reclama un respeto innato el uno por el otro; ya que, de lo contrario,nuestra propia existencia deja de ser aceptable.

De ahí, que por la concordia todo se engrandece, mientras la discordia todo lo destruye. Laesperanza nos espera siempre para abrazarnos. Dejémonos envolver por su estimulante vital, muysuperior a la suerte e inmensamente vivificador de nuestros días. Con razón, se dice, que la ilusión leconcierne a quien camina, pues es el caminante mismo salvaguardándose, revelándose contra sí mismo.