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Lunes, 23 de Diciembre del 2024
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La destrucción del espíritu humano

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Destruccion

Se dice que las tres cuartas partes de los mayores conflictos en el mundo tienen una dimensióncultural destructiva del espíritu humano. Por lo que se ve, aún no hemos aprendido a superar esasmezquinas divisiones, a pesar de los mil encuentros que a diario celebramos con esa rica diversidad, de laque decimos sentirnos cohesionados, y nada más lejos de la realidad. Nos falta corazón y nos sobranegoísmos.

Quizás deberíamos pasar a los gestos reales en nuestro día a día, siendo más cooperadores losunos hacia los otros, también más comprensivos y clementes, en definitiva más auténticos con ese diálogoreciproco que todos nos merecemos, y que cuando se sustenta realmente en sólidas leyes morales, no cabeduda que facilita la solución a esas necias contiendas que son las que verdaderamente tenemos que excluirde la faz del planeta.

Ojalá seamos capaces de injertar otro futuro más esperanzador, como esa AgendaEuropea Renovada para la Investigación y la Innovación, que al tiempo que presenta un conjunto deacciones concretas para profundizar en la capacidad de innovación de Europa y proporcionar unaprosperidad duradera, advierte que se puede mejorar la vida cotidiana de millones de personas, ayudandoa resolver algunos de nuestros mayores desafíos sociales y generacionales.

Hoy ninguno pone en entredicho que Europa tiene una investigación de primer nivel y una sólidabase industrial, pero también ese espíritu europeísta de apertura está ayudando a que pueblos durantelargo tiempo hostiles y enemigos se reconcilien, en base a los aires democráticos, los derechos humanos yel estado de derecho. Frenemos, por tanto, el uso de munición letal, pongamos otro espíritu másconstructor en nuestras existencias. No tiene sentido quitar vidas porque sí, matar ilusiones, asesinarcorazones, y luego lavarnos las manos como si nada hubiese ocurrido.

Para desgracia nuestra, además,convivimos con demasiadas injusticias, pero también con actitudes de indiferencia o de insulto hacia elprójimo, que es otra manera de matar. Es hora, pues, de esforzarse por tomar otro camino más acorde conel verdadero aliento armónico, donde nadie es más que nadie, y todos somos alguien.

A propósito, elinforme “Intolerancia religiosa en Brasil”, publicado en enero de 2017, se utilizará para vigilar y abordarese soplo discriminatorio que nos está dejando sin alma. En este sentido, el Relator Especial sobre lalibertad de religión o de creencias, Ahmed Shaheed, afirmó recientemente que “el mundo vive una olacreciente de intolerancia y de restricciones al ejercicio del derecho a libertad religiosa y de credo”. Algoque debe preocuparnos, máxime cuando algunos grupos extremistas desnaturalizan el auténtico sentidoreligioso, convirtiendo el modelo de convivencia interreligiosa en un manantial peligroso de conflicto yviolencia.

Por si fuera poco la destrucción del espíritu humano, tenemos ese mundo virtual que nos atrofia,sobre todo a la hora de comunicarnos. Es un propagador de mentiras como jamás se ha conocido. Anteesta bochornosa situación, tenemos que mantener los pies en la tierra y volver a las raíces de lo genuino,que está, sin duda, en la memoria viviente de nuestros progenitores. Ellos son los que tienen la sabiduría,que se alcanza con la cátedra de las vivencias, para restaurarnos hacia horizontes verdaderamente crecidosen el acercamiento, que es lo que nos engrandece y armoniza. Porque, en efecto, es necesario construirjuntos el verdadero espíritu global, que no está en el poder, sino en el servir; que no está en el servirse denadie, sino en el donarse; y junto a esta entrega, también el espíritu conciliador ha de ayudarnos areencontrarnos hasta con nosotros mismos. Esta es la cuestión.

Ciertamente no podemos caer más bajoscomo linaje. A los hechos me remito: Desde la República Centroafricana hasta Sudán del Sur y desdeSiria hasta Afganistán, los ataques a niños en los conflictos continúan sin tregua. UNICEF pideprotección para ellos. Es una de las reglas más básicas de la guerra: dejar fuera a los chavales.