La mejor luz, la de los niños
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- Categoría: Reflexion
- Publicado el Lunes, 24 Noviembre 2014 1:04am
Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Todos llevamos un niño dentro a través de los ojos del corazón. Pienso que es bueno conservarlo,lo cual quiere decir que al menos el espíritu del entusiasmo está garantizado. En cualquier caso, creo quenecesitamos de vez en cuando volar, sentirnos con las alas de la vida vivos, ascender en busca de aquelloque se desea, respirar la inocencia, aunque luego te quieran despertar a bofetadas. Precisamente, haceunos cuantos años, los moradores del planeta tuvieron la feliz idea de hacer una justa proposición a todoslos niños, se trataba de hacer todo lo posible para proteger y promover sus derechos a sobrevivir yprosperar, a aprender y desarrollarse, para que se hagan oír y alcancen su pleno potencial.
Es por ello, quecoincidiendo con la fecha de su día universal (20 de noviembre), se me ocurre reflexionar sobre el gradode cumplimiento de tales ofertas.El pueblo que, jamás olvida las promesas, sabe bien que una cosa es predicar y otra dar trigo. Porlo pronto, cada día mueren más de diecisiete mil niños por causas que podríamos evitar y, que también,antiguas y nuevas dificultades se han combinado para privar a muchos pequeños de sus derechos y de losbeneficios del desarrollo. Por desgracia, los datos nos indican que la situación de muchos chavales haempeorado. Algunos nunca llegarán a celebrar su próximo cumpleaños, nunca terminarán la escuela ynunca conseguirán sus sueños.
Desde luego, los adultos se lo hemos puesto muy difícil a este mundo de lainocencia. Por mucho que se hable de progreso, tiene bien poco sentido este necio diálogo, mientras hayaniños con mirada triste, bañados en sus propias lágrimas. Indudablemente, no sirve con hacer únicamenteproclamas de que “no puede haber una tarea más noble que la de dar a todos los niños un futuro mejor”, hace falta obrar para que el compromiso de llevarlo a buen término tenga su con- creción de resultadospositivos. Los sueños y los anhelos de un mundo mejor para la infancia deben hacernos recapacitar a todala especie, puesto que el futuro de la humanidad pende de su aliento. Ellos son el recurso más importantede futuro, la mejor esperanza.
Si en verdad queremos aspirar a un orbe más equitativo y armónico, hemosde propiciar espacios para que los niños puedan vivir sin sobresaltos, bajo el amor preciso y el preciosocalor de sus progenitores, la atención y el cuidado necesario para dar los primeros pasos en la vida y paratener una educación básica de buena calidad y, en la adolescencia, amplias oportunidades para abrirnuevos horizontes, bajo entornos favorables y seguros que los ayude a transformarse en ciudadanoscomprometidos e íntegros. Así ha de ser el planeta que se merecen los niños y que los adultos tienen laobligación ineludible de implantar como ciudadanos del mundo. A mí me gusta decir que en una sociedad bien hermanada, son los niños y los ancianos los quehan de gozar de mayor protección social, y quizás de mayores privilegios.
Los niños, ciertamente, porqueson el porvenir del linaje; y los ancianos, igualmente, porque son las raíces de nuestro sustento, de nuestrasabiduría, que es el cabal soporte para continuar con la estirpe. Nunca como ahora es preciso reafirmar elderecho de los niños a crecer en una familia estable, con unos progenitores capaces de activar unambiente de hogar para su normal desarrollo y su madurez efectiva. Esto exige, al mismo tiempo, elapoyo de las instituciones de los Estados hacia el derecho de los padres a la educación en valores de sushijos.
Los errores (y los horrores) de la manipulación educativa no se pueden permitir. Hay que formarciudadanos libres, lejos de cualquier camino dictatorial, que más que un campo de formación, seconvierte en un campo de adoctrinamiento de pensamiento único. No olvidemos que los niños son lamejor luz, que obviamente tienen que ir progresando, madurando, pero respetando siempre su identidadhumana y su autonomía como personas en crecimiento.