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Miércoles, 13 de Noviembre del 2024
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Hoy no hay más uniones que las que forjan los intereses

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Jungla

El individuo cada día está más preso por la intolerancia y por las cadenas. Esto es una realidadfácilmente observable. No hay más uniones que las que forjan los propios intereses de cada uno. Sonmuchas las personas condenadas de por vida a quedar al margen de la propia existencia, privándoles de lomás básico para poder vivir con dignidad. A pesar de que tenemos la obligación y el compromiso, no sólode enviar mensajes de liberación, sino de ayudar a que nazca este auténtico espíritu de solidaridad, lo queconllevaría a una sociedad floreciente y feliz muy distinta y distante a la actual, resulta que todo lo hemoscorrompido hasta volverlo miserable.

La propia base de nuestra sociedad está depravada por la falsedad. La mentira es el abecedario más común a la especie. Hay pobladores, y una legión de cómplices, cuyaconducta es una ficción continua. Por consiguiente, deberíamos restaurar primero al ser humano desde suinterior, sólo así puede brotar la auténtica naturaleza ciudadana de familia, hoy vilmente acaparada ymanipulada por el descarado poder de los sistemas ideológicos, financieros, e incluso, por los propiospartidos políticos. Para ello, no necesitamos más predicadores, sino gentes de coherencia profundamentevinculados a la apertura y a su compartida razón de vida, lejos de toda opresión y violencia.

Detesto toda sociedad avasalladora con el débil e indefenso, viciada con la proclamación verbalde la mediocridad, con los discursos vacíos, incapaz de despertar sueño alguno. Sabemos que son losEstados los que están obligados a proteger los derechos humanos y a prevenir las violaciones, perotambién es la ciudadanía, con su liturgia de verbos conjugados en todos los lenguajes, la que ha de salir atomar la plazas de la vida. Lo ha de hacer pací- ficamente, pero con el coraje necesario, para anunciar queotro planeta, con otras estructuras más humanas, es posible.

Naciones Unidas estima que veintiúnmillones de personas viven en la esclavitud. Se merecen ser liberadas de este calvario. Podríamos sercualquiera de nosotros. Por desgracia, habita en el planeta mucha discriminación y abusos de todo tipo. Elpoder sigue corrompiendo y los dirigentes continúan haciendo alianzas de intereses en lugar desociedades con verdadera conciencia solidaria.

Sería bueno, que coincidiendo con la festividad del día delos derechos humanos (diez de diciembre), trabajásemos por revivir y reafirmar los derechos de todas laspersonas, materializando el concepto de universalidad e imparcialidad en relación con la justicia.Ciertamente, la humanidad tiene que cesar de lanzar piedras contra sí misma, y volverse una estirpe unidae indivisible, pero no por las haciendas, sino por el caudal de felicidad que aglutina. Y, evidentemente,este bienestar nace de una genuina unión armónica de unos para con otros. Sin duda, tenemos que salir de esta bochornosa encrucijada de usuras que nos mueven. Lahumanidad no puede progresar así.

El que hoy, en el mundo, no se conozcan más concordias que las quefraguan los intereses, me parece un retroceso humano en una cultura necia y aborregada. Así, bajo estehorizonte de lucros, persiste una riada de despropósitos, de malestares e injusticias. Una sociedadcaprichosa como la actual, fría con los que sufren, que oprime el alma de los menos pudientes, acabaráhundida en su propia miseria. Cuando se degrada el ser humano como persona todo se confunde y hastalos mismos días son un envoltorio vacío que llenamos de penurias. Éste es el riego de ir a la deriva comoespecie.

Hay que pensar en términos de bien colectivo, en relaciones de gratuidad, de compasión y deafinidad. ¿Qué soy yo, sino un forjador de vida?. No hay manera de darle sentido, sino es donándose paravivirla en comunidad, con el deber de auxiliarnos mutuamente. No la convirtamos en una jungla decapitales. ¡No!, por favor.