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Viernes, 15 de Noviembre del 2024
| 12:56 am

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Propiciemos la gran cumbre de las verdades

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Cumbre de las Americas

(Por nuestra culpa hoy alguien ha llorado en el mundo)

Me gustaría que se avivara la gran cumbre de las verdades entre tantas reuniones de hipocresía. Únicamente desde una realidad exacta podemos hablar de reconciliación. Indudablemente, para conciliar relaciones tiene que darse un clima de armonía, un diálogo verdadero para confrontar posiciones, un respeto por toda vida y, sobre todo, la disposición permanente de la mano tendida para evitar las divisiones. Necesitamos más que persuadir, hermanarnos, sentirnos parte los unos de los otros, y para ello, lo primordial es despojarnos de intereses mezquinos.

La solidaridad tiene también que tomar un lenguaje más auténtico. Somos cómplices de tantas miserias, de tantas opresiones, que cuesta poner orden en un hábitat de falsedades. Ya está bien de dejarnos gobernar por la mentira. Tenemos que preservar la verdad como lenguaje para sentirnos libres. Dejemos las apariencias a un lado y, aunque sólo sea por una vez, propiciemos encuentros que no eclipsen a ningún ser humano. Todos nos merecemos la misma consideración, idéntica dignidad, poder ser oídos y escuchados más allá de este materialismo dialéctico que nos aprisiona.

En medio de este mundo confuso, adoctrinado por los poderes y adherido a su servilismo, hace falta que otras voces nos despierten. Remitiendo una mirada al mundo actual, fácilmente se descubre un lenguaje de ficción que nos deja sin verbo. El desprecio por el ser humano es tan descarado, que no encontramos justificación alguna. Por eso, es de admirar a los sembradores de lo auténtico, que saben comprender y serenar con sus nítidos abecedarios lo qué debemos hacer. En ocasiones, no es fácil discernir el bien del mal en un ambiente iluminado por el rostro de la doblez.

A diario tenemos cumbres, realmente no cesan las reuniones al más alto nivel; sin embargo, pienso que nos falta dar respuestas de amor a tanto desconsuelo. Es una obligación moral que hemos perdido. O nos la hemos qui- tado de encima. Enefecto, igual que gobernando el planeta hemos conformado un espacio de vida, a través de la voluntad y el raciocinio, así realizando actos moralmente, afectivos y efectivos humanamente, consolidaremos espacios mucho más habitables. Pero lejos de toda fingimiento, hemos de retornar a la veracidad como horizonte a desarrollar, antes de que la especie humana quede sin continuidad en el linaje.

Por desgracia, vivimos al arbitrio de lo ilusorio, lo que genera un clima de violencias permanente. La ciudadanía como tal, cada ser humano por sí mismo, tiene la llave del cambio. Sólo hace falta preservar la transmisión y la conservación de toda existencia, cultivar el bien y practicar la donación, contemplar la belleza y recrearse con la verdad. No es fácil en el contexto de la cultura actual, prevalentemente endiosada, expuesta continuamente a lo mediocre y a ignorar la dimensión espiritual del corazón humano, y a su vocación por lo trascendente.

Por consiguiente, es la hora de la acción, no de la observación, tampoco de la espera, frente a una aguda crisis humanitaria que se ha globalizado. Sin duda, nuestra gran foto para la historia humana sería esa cumbre por el encuentro con la verdad, en el que nadie quedase excluido, y sólo así pudiese resplandecer la humanidad, percibiendo de este modo su significado de fraternización y acogida. Tenemos que rescatarnos de tantas opiniones subjetivas, de tantos adoctrinamientos sin sentido, apreciando el valor por la vida humana de cualquier cultura, raza o religión.

No se puede relativizar lo verdadero para la construcción de una genuina sociedad armonizada a un desarrollo humano integral. A medida que acortamos las distancias hay que reforzar los sistemas que velan por el diálogo y la concordia. Lo mismo pasa con la globalización de los suministros de alimentos, resulta cada vez más evidente la necesidad de reforzar los sistemas que velan por la inocuidad de los alimentos en todos los países, como bien indica la Organización Mundial de la Salud, aprovechando la celebración de su Día Mundial (7 de abril).

En igual medida, hemos de concebirnos como familia, y para ello hemos de reeducarnos con menos fronteras y más unidad, con más integración y menos desunión, con más interdependencia y menos soberbia. La globalización es la característica que identifica nuestra época, de ahí la necesidad de favorecer ese intercambio de conocimientos, con el único horizonte de la verdad como bandera.