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Viernes, 15 de Noviembre del 2024
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Como los cascos azules, yo también sueño con la paz de cada día

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Cascos azules

Decía el inolvidable poeta, novelista y ensayista mexicano, Amado Nervo, que tan importantecomo el pan de cada día, era la paz de cada jornada, sin la cual hasta el mismo mendrugo nos resultaamargo. Ciertamente, no le faltaba razón. Hemos sido creados para la armonía, para vivir dependientes delo armónico, aunque cada día fabriquemos más armas, y nos reinventemos nuevas intimidaciones en lugarde sembrar sonrisas para unir corazones.

Es una realidad, por otra parte, que cada día nos perdonamosmenos y cultivamos más la venganza. Nos hemos vuelto guerreros y hasta alzamos contiendas contranosotros mismos para fortalecer nuestro altanero y personal yo, sumido en la posesión permanente y sindonación alguna. Practicamos la mentira y nos las creemos como verdad. Cultivamos la palabra y lausamos como espada en vez de utilizarla como abrazo. Surcamos mundos y ejercemos la indiferencia encada esquina. Andamos crecidos por el miedo, la avaricia, la envida, el odio y el orgullo, sin hacer nadapor eliminarlos de nuestro horizonte existencial. Somos así de necios, y la necedad es lo que la levadurapara la masa en este tiempo de incertidumbres.

Con estas mimbres dentro de cada uno de nosotros, denada sirva soñar con la paz de cada día, sino ponemos nuestro corazón al servicio de nuestros análogos. Decididamente hay que poner todo el intelecto al auxilio del que nos pide un poco de ternura.Ahora bien, antes que en ningún sitio, hemos de buscar el sosiego en nuestro interior. Tampoco valebuscar la paz en el exterior, sino la hallamos en nuestras propias habitaciones interiores. Tenemos quereencontrarnos, vivir mucho más interiormente, crecer como personas, abandonar cualquier actuaciónnuestra de intolerancia y discriminación, si en verdad queremos construir un mundo más habitable.

Todos, sin excepción, estamos llamados a generar un clima de convivencia, y no de conveniencia, porconsiguiente más del espíritu que del cuerpo, más de la vida que de la muerte, más del orden innatoestablecido que del jerárquico dictado por los pode- rosos. Nadie tiene potestad para excluir a nadie. Somosnecesarios, únicos e imprescindibles cada cual consigo mismo. Precisamos hablarnos todos con todos. Nadie ha de ser enemigo de nadie. Por desgracia, nos hemos acostumbrado a predicar mucho sobre la paz,pero al final ni creemos en ella, ni tampoco trabajamos a jornada completa y mucho menos sinceramentepara conseguirla.

Aunque la simpleza nos domina a su antojo, quizás algunos sí se la crean, me refiero alas fuerzas de mantenimiento de la paz, a los Cascos Azules que trabajan en los rincones más peligrosos einestables del planeta. Ellos sí que se merecen nuestro recuerdo, también nuestro brindis, el 29 de mayode cada año es su día, el Día Internacional del Personal de Paz, por su tesón y constancia, por sureferencia y referente, por su coraje y por su heroicidad; por hacer, en definitiva, un mundo más humano. Estos héroes de la esperanza (los Cascos Azules) saben bien que cuando dos se abrazan decorazón, el mundo no sólo se llena de gozo, también se propaga este entusiasmo y nace un nuevo mundo.

Nos hemos acostumbrados a levantar demasiados muros y no suficientes puentes. Requerimos menosdivisiones y más unidad, no uniformidad, pero si unión de latidos diversos para que se armonice la nochecon el día, la llama con las sombras, la frialdad con la gratitud, y hasta la gratuidad con el costo. Al finalnecesitamos de la poesía para todo, para iluminarnos y calentarnos, para recrearnos y redimirnos, para sermás auténticos y más buscadores de la verdad, que es el mayor bien que los seres humanos pueden desearen esta vida. Sin la veracidad nada permanece, por eso es fundamental educar bajo el horizonte de unacerteza a transmitir, de lo contrario no hay educación. El efecto de las falsedades ya los sufrimos ennuestra propia carne, y así no nos embellecemos, más bien nos aborregamos.

Por eso, quizás más quenunca, necesitamos estas fuerzas de verdad que luchan por mantener la paz arriesgando su propiaexistencia. Desde el comienzo de estas misiones de Naciones Unidas, más de 3.300 cascos azules handado su vida por la paz, de los cuales 125 fallecieron el año pasado. Ante estos soñadores de la paz,portadores de un cielo azul, pienso que contribuir eficazmente a un futuro de paz es el más sublimequehacer que nos podemos injertar en nuestro paso por esta vida.El futuro es nuestro y la protección de toda vida ha de ser la primera finalidad de cualquiermisión de mantenimiento de paz.