Me niego a ser absorbido, por cualquier poder, con tintes de mercado
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- Categoría: Reflexion
- Publicado el Sábado, 22 Agosto 2015 3:56am
Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Desde tiempos pretéritos, las diversas sociedades conocen el fenómeno del sometimiento del serhumano por el poder, aunque este fuese corrupto y no tuviese corazón. Por desgracia, de siempre haexistido la tribu de los dominadores, imponiendo un precio a las vidas humanas, e impidiendo al humildeque pueda poseer el privilegio de poder ser él quien decida sobre sí. Algo tan básico como dejar vivir,resulta que lo hemos convertido en una adquisición de mercado, pues si antes se establecía quién nacía libre, y quién, en cambio, nacía esclavo, resulta que ahora se comercia como jamás con vidas humanas.
Ahí están las alarmantes estadísticas de la explotación sexual, las peores formas del trabajo del niño, elmatrimonio forzado y la venta de esposas, el tráfico de órganos, la servidumbre por deudas, elreclutamiento forzoso de niños para utilizarlos en conflictos armados, por citar algunas de las másrepetitivas sumisiones. Ciertamente, aún vivimos en un planeta contagiado por prácticas análogas a ladegradación humana, que aunque constituyen delitos y violaciones crueles de los derechos humanos, todavía prosigue esta abominable costumbre, que hace que muchas personas continúen privadas de suautonomía y obligadas a vivir en condiciones asimiladas a la subordinación.
Personalmente, me niego a ser absorbido por cualquier poder que, con tintes de mercado, lointenten comprar todo. Desde luego, el derecho de toda persona a no ser sometida a esclavitud, ni adependencia inhumana, está reconocido en la legislación internacional como norma universal inderogable. Sin embargo, a pesar de que la comunidad internacional haya adoptado diversos acuerdospara poner fin a este tipo de perversos usos, la realidad es bien distinta, puesto que cuando todo pareceindicarnos que el dinero lo mueve todo, resulta que al final terminamos haciendo todo por el peculio.
Noslo recuerda hasta el mismísimo refranero: por dinero baila el perro, y por pan, si se lo dan. También, yaen su tiempo, lo advirtió el célebre escritor británico William Shakespeare (1564-1616): Si el dinero vadelante, todos los caminos se abren. Pues no debiera ser así, hay que no ceder a la tentación de unacultura reverenciada a la compraventa, ya que significaría debilitar nuestros valores y correr el riesgo dehabituarse al engaño de que todo tiene un precio, incluida la misma ciudadanía.
En consecuencia, piensoque está bien avivar el Recuerdo de la Trata de Esclavos y de su Abolición, cuyo día internacional es el 23 de agosto, onomástica a la que habría que otorgarle la mayor importancia posible, ya no sólo por lo querepresentó para nuestra historia como elemento capital de la lucha contra el racismo, sino también por elrespeto de los derechos humanos y la consolidación de un clima más armónico que transformó el mapadel mundo, al igual que la cultura, las relaciones sociales o las convivencias. Las revoluciones de esclavos en lucha por su libertad, sin duda, ha de ser una fuente inagotablede meditación y de llamada, hacia el respeto de los derechos humanos y contra las formas modernas detiranía que nos acorralan. En ocasiones, la desmemoria nos asiste y rehuimos evocar sin reflexión alguna,que la noche del 22 al 23 de agosto de 1791, fue cuando empezó en Saint-Domingue, hoy Haití, larebelión que iba a conducir a la abolición de la trata transatlántica de esclavos.
Naturalmente, tomarnos nuestro tiempo y recapacitar al respecto, debiera ser cuando menos un ejercicio colectivo. Téngase encuenta que aquella comunidad que no piensa, porque no sabe o tal vez porque no le dejan ni tiempo parapensar, difícilmente va a poder vivir como le pida el alma. Ahora mismo estoy pensando en la multitud deseres humanos despojados de sus bienes o de los que se abusa física y sexualmente. Repienso también entantos esclavos y esclavas de poderes corruptos, manejados al antojo de los acaudalados. En los tiempos pasados, la comunidad internacional se unió para declarar que la esclavitud erauna afrenta a nuestra humanidad común. A mi juicio, también hoy los gobiernos de todo el mundo, debenunirse para practicar otras culturas más humanas y menos interesadas, más solidarias y menos egoístas,ejercitando el abecedario de que el ser humano es lo prioritario y no el mundo de las finanzas, que han deestar al servicio del ciudadano, y no al revés.