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Sábado, 21 de Septiembre del 2024
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La resignación como suicidio permanente

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

La Resignacion

Las turbulencias del mundo no cesan. A la par que hay una potente soberbia despreciativa dealgunos seres humanos, que el propio imperio de los poderosos conceptúa de manera excluyente, lamisma ciudadanía ante esta realidad, tan destructiva como demoledora de la especie, se deja adulterar porestas gentes sin corazón. La resignación es el gran trastorno permanente en el que estamos cayendo todos,por dejar pasar cosas a las que deberíamos poner límites.

Por consiguiente, pienso que sería buenoreflexionar sobre esto, máxime cuando el diez de septiembre celebramos el Día Mundial para laPrevención del Suicidio. Hay muchas formas de suicidarse como tribu. Téngase en cuenta, que aún hoy,se predica a los pobres que tengan resignación y a los ricos que fomenten la generosidad. Pues no, ya estábien de proponer remedios que nos repelen, con el fin de acallar conciencias, frente a tantascontrariedades humanas. En cierto sentido es una actitud de "lavarse las manos", mientras se ignora elgrito de justicia, la fraternización de la ciudadanía, el sentido de la responsabilidad social, cayendo en unaespecie de cinismo e hipocresía, que considero es el colmo de todas las maldades. No se puede con una mano llevar el pan y con la otra mostrar la piedra.

Tenemos que ser másauténticos, más humanos; haciendo de la palabra, un verso que nos aproxime; haciendo de la vida, unamelodía que nos avive; haciendo, en definitiva, de nuestra propia existencia, un corazón compartido, apesar de nuestros errores humanos. Rectificar es de sabios. Siempre es bueno corregirse y enmendarse. Por eso, que el veinticinco de septiembre de 2015, cerca de dos centenares de líderes mundiales secomprometan a una revuelta de pensamientos, me parece la gran noticia para toda la humanidad. Se trata,nada más y nada menos, de lograr en los próximos quince años, injertar tres ráfagas de esperanza almundo, como son: erradicar la pobreza extrema, combatir la desigualdad y la injusticia, y solucionar elcambio climático.

Desde luego, no podemos seguir con el conformismo de los poderosos. Tenemos queescuchar- nos más todos. También los que ahora no tienen voz han de subir al estrado y hemos de dejarnosinterrogarnos por ellos. La cuestión no es pensar en clave apocalíptica, sino en dar rienda suelta al mundode las ideas, oyéndonos desde todos los puntos cardinales. Caer en la desesperanza es lo peor que lepuede pasar a un linaje impulsado por la búsqueda y por hallar caminos de reencuentro. Debemos aprender a leer la realidad, es nuestra gran asignatura pendiente. De lo contrario, apartede retroceder, nos seguiremos alejando unos de otros.

Hemos de concienciarnos que no hay futuro paranadie, para ninguna cultura, si no sabemos ser todos más de todos para trabajar unidos. No podemosresignarnos. Necesitamos seguir haciendo historia con abecedarios diversos, con maneras de pensardiferentes, con maneras de vivir distintas. Abramos los sentidos, no tengamos miedo de hacerlo, seamospersonas de horizontes amplios, activémonos pensando en este contexto actual de colaborar, que quiencoopera en la colaboración, jamás se suicida, sabe lo que es buscar la vida, más allá de la constantesorpresa de concebir que existo, y que soy lo que soy por los demás.

Nada se entiende sin la nobleza de laestirpe. Esta es la verdadera lección. Quizás solamente una vida dedicada a los análogos merezca serperdurada. ¿Para qué trepar por otros horizontes que nos conducen al abismo y a la desesperación?. Si enverdad optamos por estar radiantes de gozos, la felicidad no llega por parte nuestra, sino por la felicidadde los otros. En consecuencia, en las escuelas, tal vez debieran comenzar por ensañarnos a vivir más alláde nosotros mismos.

Por desgracia, somos una generación fría y calculadora. Todo aquello que no nos reportabeneficio carece de interés. Y precisamente, hoy más que nunca, necesitamos acogernos unos a otros. Malque nos pese, el desamparo es la enfermedad de nuestro siglo. Cuántos seres humanos hoy en día buscanconsuelo y no lo hayan; o deambulan por las calles en busca de alguien para compartir su tristeza ytampoco encuentran a nadie que les escuche.

Realmente, cuesta entender que una generación formadamantenga en el poder a gente irresponsable, a líderes que caprichosamente, o sea, unilateralmente, cierranfronteras, o se inventan un guión separatista cargándose la constitución, acción verdaderamenterepugnante.