El poema de la esperanza en el espíritu humano
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- Categoría: Reflexion
- Publicado el Lunes, 5 Octubre 2015 10:58am
Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Nunca las noticias son diabólicas por sí mismas, puesto que al final se revelan por si solas. Es verdad que nos alegra más el alma recibir mensajes esperanzadores, pero tampoco hay que dejarse abatir por una realidad enlutada, fruto de un intelecto soberbio, desbordado por las guerras y los sufrimientos. Claro está, no podemos caer en la tentación de una cultura putrefacta, que todo lo confunde adrede, porque no hay mayor mentira que la verdad mal servida.
Hoy más que nunca, ante estos entornos corruptos, precisamos reflexionar, escuchar mucho para entender más, y no dejarnos asustar por el dogma de los que dicen saberlo todo, poderlo todo, controlarlo todo, explotarlo todo en definitiva. A los auténticos endiosados del poder, afanados en convertir el planeta en un mercado, son a los que debemos frenar con una actitud más combativa. Este camino no es para acomodarse, sino para amasar justicia y ofrecer futuro a las nuevas generaciones.
Por eso, nos alegra que Naciones Unidas, como parte de la adopción de la nueva agenda de desarrollo para 2030, haya lanzado un aluvión de anhelos, entre ellos una ambiciosa campaña de salud mundial para combatir las muertes evitables de seres humanos, o que se subraye la importancia de la educación como un objetivo prioritario entre los moradores. Celebramos, pues, estas apuestas encaminadas a la erradicación de la pobreza, la superación de la desigualdad y la lucha contra el cambio climático. Ahora hay que hacerlas valer entre todos, entre toda la humanidad, sin oportunismos, y con la cautela de que nada se consigue de inmediato.
Únicamente la constancia es el complemento indispensable para llevarlas a buen término. Pensemos en la gota de agua que cae sobre la roca, al final se desmorona totalmente. Cualquier éxito no se logra de la noche a la mañana, hemos de persistir, ya no solo con un trabajo de perseverancia, también de método y de organización. Lo mismo que para conseguir que una lámpara esté siempre llameando, no debemos de dejar de ponerle carburante, también nosotros necesitamos energía para hacer visible, aquello con lo que nos hemos comprometido de palabra.
Nuestra mayor fuerza, efectivamente, es mantener el coraje de la esperanza, para construir unidos un mundo más inclusivo y generoso. La generosidad es vital hasta para perdonarse uno mismo los tropiezos de la propia vida, máxime en un planeta cuajado de conflictos en triste expansión. Obviamente, hay que buscar formas nuevas para restablecer legitimidades internacionales, capaces de proteger, este clima de global desolación que soporta, al presente, todo el orbe.
En todo caso, hemos de vivir con alegría. No podemos ser pesimistas. Hemos de cultivar la esperanza de que estos ídolos pasajeros corrompidos, dejarán de gobernar el mundo más pronto que tarde, ya que al final los intereses mundanos destierran sus privativos andares. Desde luego, la responsabilidad de protegernos, de solidarizarnos, ante tantos falsos derechos es más que obligada, para acabar con esta tremenda deshumanización que nos desvirtúa como especie pensante. Una sociedad destructiva de sí misma no puede durar mucho tiempo.
De ahí, la importancia, en este momento, de ser personas de acción responsable, justamente para que cesen todos estos abusos de los mundanos dioses. Por todo esto, resulta indispensable la unión y la unidad, sobre todo en cuanto a facilitar a toda la ciudadanía: un techo para descansar, un trabajo digno y debidamente remunerado, una alimentación adecuada y agua potable, así como un ambiente favorable, donde cada persona pueda cultivarse y crecer en auténtica libertad de raciocinio y discernimiento. Todo espíritu humano precisa de este poema ilusionante, tanto para alentar sus habitaciones interiores, como para sustentarse en la esperanza de cohabitar en la misma naturaleza compasiva.
Las nefastas consecuencias de una globalización seducida por la ambición de lucro y de poder, ha excluido sin escrúpulos, y con total abandono de los gobiernos, a personas que son tan necesarias como ese linaje de predilectos y mimados, que nos manejan a sus oportunos dictados. Hemos de empeñarnos por un mundo hermanado, sin armas, con la ética de la construcción como horizonte y con el brío de la estética como camino. Podemos entendernos. Nada es imposible. Con la esperanza como lenguaje, el fruto del sosiego se encarnará por todas las esquinas del hábitat, a poco que nos dejemos entusiasmar por una cultura comprensiva injertada en la poética de la naturaleza creada.