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Viernes, 15 de Noviembre del 2024
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El sentimiento de la desesperación

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

El sentimiento de la desesperacion

Hay una desesperación que nos envuelve, hasta el punto de que todo pensamiento de belleza yverdad, se disuelve en el vacío, en la incomunicación y en al más absurda insolidaridad. Esta sociedadque parece saberlo todo, ha dejado de respetarse y se mueve en la necedad permanente. Todo ello, es frutode una atmósfera contranatural, generada por endiosados tipos egoístas, que lo que menos les importa eshacer humanidad y reconstruirla en pro del bien colectivo. Son más destructores que constructores, másdemonios que ángeles, más voraces que generosos.

Precisamente, se me ocurren hacer estas reflexiones,coincidiendo con el día (24 de octubre), que marca el aniversario de la entrada en vigor en 1945 de laCarta de las Naciones Unidas. Entiendo que hoy es más necesario que nunca activar el pensamiento librey enmendar nuevos propósitos esperanzadores, sobre todo para salir de este enfermizo caos de terror ydiscriminación humana en el que fenecemos al unísono un poco cada día. Debiéramos despertar yconvocarnos a la unidad, escuchándonos mejor todos, nutriéndonos de sueños que nos permitan imaginarotro mundo más hermanado, ante la pobreza de esta dura realidad.

Es cierto que, como tribu, ya hemossufrido reveses deplorables. Debiéramos haber aprendido la lección, puesto que todos somosdependientes de todos; no obstante, considero que ha llegado el momento de infundir ánimos paraconvivir mejor. Efectivamente, no es tiempo de lamentos, sino de abrir nuevos caminos más asistenciales con lapersona. Lo importante, no es que la economía vaya bien, sino que vaya mejor la ciudadanía en suconjunto, y que todo ser humano pueda actuar en pie de igualdad con sus análogos. Hay que reconocerque, en su tiempo, la fundación de las Naciones Unidas constituyó un enfático deber con la población delmundo de poner fin a tantos atropellos con la convivencia y la dignidad humana. Dicho esto, pienso enotro mañana más de todos y de nadie en particular, más armónico con la propia existencia, convencido deque el futuro es de quienes creen en la gallardía de sus ilusiones.

Por desgracia, nos queda mucho caminopor aprender. Todavía no nos reconocemos como humanidad. A veces me pregunto: ¿Qué es lo quequeremos cambiar si aún no nos conocemos como familia?. Téngase en cuenta que, cada cual busca parasí en lugar de buscar para los demás, obviando algo tan básico e innato, como que somos lo que somos,por nuestra capacidad de servicio a nuestros semejantes. Recordemos que siempre las hazañas másgrandes han sido las propiciadas por humildes personas que se entregaron a desvivirse por los demás,hasta deshacerse en el entusiasmo de auxiliar donándose plenamente. Esta es la razón de vida. No tengoduda de ello. Hoy, millones de personas dependen de ese personal con corazón, para su supervivencia.

¿Dónde está el progreso para esas personas que conviven con las más altas cotas de miseria?. Sería buenopensar colectivamente en dejar de despreciarnos unos a otros, sabiendo que un mundo conectado, exigetambién un mundo fraternizado; y, por tanto, también un mundo menos soberbio y más justo. A mi juicio, el gran inconveniente de este siglo es un problema de actitudes; puesto que hemosgenerado un modo de vida que es puro cinismo, ignorando el grito de justicia que imploran multitud deseres humanos, con la consabida irresponsabilidad hacia las obligaciones más congénitas de la propiaespecie.

¿Es lícito huir de esta triste realidad? ¿Debemos resignarnos?. Naturalmente, todo tiene unorigen. Por consiguiente, hemos de ir al fondo de la cuestión, que no es otro, que un vocabulario diferenteque pueda ayudarnos al encuentro de culturas, con músicas más auténticas y cultos más abiertos a unhorizonte común. Todo ha de partir más del alma, más de nuestro interior para poder pensar de otramanera. Hasta ahora nos hemos convertido en un producto más de mercado, y por ello y para ello, hemossido adoctrinados. También los centros del saber nos han deformado el espíritu humano con susinteresados lenguajes.

Ciertamente, no es fácil romper con estos cultivos deshumanizadores, pero a pocoque nos hallemos bien próximos, el aislamiento será menor al amparo de un estado de derechocompartido. En consecuencia, es hora de despojarnos de miedos para aproximarnos más. Mal que nospese, las contrariedades mundiales requieren soluciones universales.