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Sábado, 21 de Septiembre del 2024
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Instruirse en humanidad para poder ser

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Humanidad

Esta imagen del mundo actual, donde cohabitan tantas incertidumbres, causadas en parte pornuestras propias contradicciones, nos deshumanizan totalmente. Cuando se pierde la inherente cognición,y entramos en el ocaso de tantas éticas abandonadas, todo se desmorona. No hay más infierno paracualquier corazón andante, que la falsedad y la malicia de sus análogos. Con demasiada frecuencia, estairreflexiva sociedad olvida el compromiso, para consigo mismo y sus descendientes, sobre todo deinstruirse en la verdad, con lo que ello conlleva de bondad, para no dejar a nadie en el camino. Es ciertoque todas las agendas del planeta, guardan en su existir sus buenos propósitos, diciendo dar prioridad alas necesidades de los más excluidos socialmente. Pero luego, se observa que no pasamos de las palabrasa los hechos. Si, evidentemente, optásemos por no dejar atrás corazón alguno, estoy convencido de queprestaríamos más atención a la precaria situación de algunos ciudadanos.

Por ello, no estaría mal, quecoincidiendo con el Día Internacional del Migrante (18 de diciembre), reflexionásemos, más y mejor,sobre la manera de llevar a buen término los derechos humanos básicos que todos necesitamos, por elsimple hecho de haber nacido, de ser personas. Nadie me negará que la migración internacional ha crecido de manera notable desde el comienzode este siglo y se calcula, según Naciones Unidas, que en la actualidad unos 232 millones de personasbuscan en países distintos al suyo, nuevas oportunidades de mejorar su vida y desarrollar susconocimientos.

Lo cruel de todo esto, es que aún no nos sentimos familia, y así resulta muy complicadohacer realidad las aspiraciones humanas de dignidad, seguridad y de un futuro esperanzador para todos. Lo cierto es que nos instruyen para la competitividad, en lugar de enseñarnos a tomar conciencia de lacultura moral, como el respeto a toda vida y el sentido del auténtico bien colectivo como hermanamiento. Es público y notorio que nosotros mismos a veces andamos perdidos, también la ciudadanía como talnecesita reencontrarse, acogerse, mientras exista un ser abandonado en el mundo estaremos en deuda connuestra propia estirpe, con esa cultura del encuentro tan necesaria como vital para un espacio máshabitable y, por ende, más justo. Emigrantes y refugiados no son seres a destruir, son seres a renacer, seresa los que hay que ayudar, más que con políticas, con poéticas del alma, y lejos de rechazarles, valorar lopositivo de su movimiento, el coraje por salir de la miseria.

Resulta alentador para el planeta la inestimable solidaridad de algunas Organizaciones en lucharcontra el tráfico de seres humanos, ayudando a las víctimas de este reprochable comercio a recobrar sulibertad y dignidad. Indudablemente, todos necesitamos algún tipo de apoyo, de auxilio; por esto,entiendo, que ha de ser uno de los valores fundamentales y universales en que deberían basarse lasrelaciones entre los pueblos en los próximos años. Quizás, por este motivo, la Asamblea General decidióproclamar el 20 de diciembre de cada año, como Día Internacional de la Solidaridad Humana, dado elimparable aumento de la interdependencia mundial. A mi juicio, una sociedad no estará instruida enhumanidad, sino ha tomado como un valor social la entrega a su semejante.

La solidaridad no es unadisposición más, tampoco una actitud limosnera, es una manera de entender la vida, desde sus genes defamilia humana hasta un modo de quererse, de amarse, de donarse en definitiva, sin otra visión que lasatisfacción del deber cumplido, puesto que hemos de volver a la centralidad del ser humano, a través deuna visión más auténtica de relaciones más hermanadas, sin el temor de perder nada y si de ganar vidashumanas, que es de lo que se trata para mejorar nuestro propia camino, sintiéndonos acompañados.

Estamos acostumbrados a seguir a los poderosos, a trabajar para obtener un beneficio, de hacerloa cualquier precio, incluso muchas veces obviando nuestra propia dignidad, y ya va siendo el momento dereconocer, que por encima de todo este absurdo está el ciudadano, como ser humano, no como unproducto más del mercado; de ahí la necesidad urgente de instruir, no únicamente por asistir al necesitado,sino para convivir con el necesitado compartiendo cada cual lo que tenga consigo.