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Jueves, 14 de Noviembre del 2024
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La responsabilidad como estética de buen gobierno

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Oficina corporativa

Buena parte de la humanidad vive en un continuo retroceso. Las patologías del miedo y ladesesperación anidan en el corazón de muchos ciudadanos. La alegría de vivir ha dado paso a lapreocupación y de qué galopante manera. Deberíamos tener mayor coraje para decir ¡no! a losirresponsables gobiernos que, en lugar de amar a su pueblo, son devotos de una antiestética economía deexclusión.

La cuestión es que cada día son más los seres humanos explotados y, posteriormente, tratadoscomo especie de desecho. ¿Para qué queremos tantas leyes si después no las hacemos valer?. Hay unasociedad humana a la que no se le permite avanzar, son los marginales, aquellos que nadie quiere niencontrárselos en la esquina. Nos sobran. Deberíamos tener la sensatez de rectificar y corregir los muchoserrores sembrados, pues al fin no sólo hay que ser eficientes, también hay que ser honestos, en parte paraestar en paz con nosotros mismos.

Por desgracia, el ser humano se ha perdido el respeto así mismo, acrecentando todos los vicios. Esta es la dura realidad, propiciada por gobernantes a los que les mueve únicamente el dinero en vez delas personas. Es otra irresponsabilidad acentuada por los diversos gobiernos del planeta, a los que ademásde faltarles humildad para poder rectificar, llegan a sentirse dueños y no servidores de la ciudadanía, a laque suelen engañar con verbos fáciles y doctrinas que enganchan. Esto pasa cuando el ser humano pierdela grandeza de su conciencia y se viste de orgullo, lo que nos inspira tanta envidia como destrucción.

Sinduda, muchos desastres no ocurrirían y se podrían salvar muchas vidas y medios de vida si hubiera másconciencia pública de todos para con todos. Por eso, no me sirven la colección de principios que noshemos dado, si luego no ponemos en valor la ética de las responsabilidades, el compromiso de cada unopor el bienestar de nuestros análogos. Así que cada ciudadano, mujer u hombre, que asume responsabilidades de gobierno ha de- plantearse, a mi juicio, tres interrogantes: ¿yo que formo parte de esta ciudadanía en realidad me amo yles amo? ¿Y si los amo, los amo a todos sin descartes para servirles tanto colectivamente comoindividualmente? ¿Y, además, he optado por la modestia como abecedario de escucha responsable?.

Siesto no se lo pregunta el político de turno, mejor dejaría de serlo, pues, la política no se entiende de otromodo, nada más que como servicio al bien colectivo, quizás la forma más alta de humanizarse. Porconsiguiente, la mejor estética de buen gobierno siempre estará ligada a la madurez, a la seriedad, a laopción responsable del interés general.

El caso de la incertidumbre política actual de España puede llegara ser un claro ejemplo de esa falta de conciencia generosa. De momento, todo marcha según losparámetros constitucionalistas. El Partido más votado ha comenzado a ejercer su responsabilidad deformar gobierno. Veremos quienes son los que fallan. Desde luego, no sería a mi manera de ver, un acto de madurez democrática, volver a convocar a los electores a votar. Los electores ya han dicho lo quetenían que decir. Ahora, pónganse con toda la prudencia requerida, a tomar acuerdos, por el bien de esaciudadanía a la que dicen servir.

En efecto, el hecho de reivindicar la responsabilidad como estética de buen gobierno, nos poneen el camino de una cultura del encuentro y de la relación de convivencia, lo que nos daría efectivamenteuna mayor alegría de vivir. En consecuencia, el futuro exige hoy la tarea de activar el parlamentodemocrático, con una mayor vinculación moral, que acrecentaría la responsabilidad social yprofundamente solidaria. Un país crece cuando sus diversas opciones políticas, culturales, científicas,religiosas, dialogan de manera constructiva.

Sería necio imaginar un porvenir democrático ensimismadoen su propio partidismo, sin otra altura de miras, que servirse de sus votantes. Por tanto, diálogorespetuoso, más diálogo considerado, y crecidamente dialogo con los que hasta ahora no han tenido voz. Los gritos de los que piden justicia hay que escucharlos para poder llegar, cuando menos: al consuelo,antes de ahorcarnos con la estupidez del ordeno y mando.