La movilidad humana
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- Categoría: Reflexion
- Publicado el Domingo, 17 Enero 2016 12:10pm
Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Quizás tengamos que inventar cada cual nuestro camino, para el reencuentro de la posada, de ahílo importante que es la reunificación de familias y favorecer los reasentamientos. Ciertamente, cada díason más las personas que viven fuera de su país de origen. Ojalá estos caminantes se muevan de manerasegura, ordenada y protegida, a las órdenes de una regulación internacional que les ampare. Desafortunadamente, los conflictos continúan vivos y las tragedias migratorias nos dejan sinpalabras. Con la adopción de la Agenda 2030, hay un signo de esperanza, un soplo de vida, pues loslíderes mundiales se comprometieron a proteger los derechos de los trabajadores migrantes, combatir elcrimen transnacional y las redes de tráfico humano.
Desde luego, urge trabajar sin descanso en laconstrucción de otro mundo, de otra sociedad más respetuosa con los más débiles. Sabemos que elderecho humanitario está impreso, pero a veces no pasa del papel a los hechos. Tantas veces nos faltadiálogo y moderación, compasión por quien sufre, sentido de responsabilidad, y sobre todo, corazón paraayudar a reencontrar el camino del sosiego. A estas alturas del conocimiento, de la multitud de avances, debiéramos saber que el camino hade realizarse en conjunto. O caminamos todos juntos hacia la paz o nunca la hallaremos por más que senos llene la boca de ella.
Las condiciones degradantes en las que muchos migrantes o refugiados tienenque vivir son intolerables. También cuesta entender las restricciones fronterizas a solicitantes de asilo. Tenemos que estar preparados, y sobre todo dispuestos, para acoger esta movilidad humana. Precisamente, la organización internacional para las migraciones (OIM) nos sorprende con unos recientesdatos, verdaderamente preocupantes: “Casi 19.000 refugiados han llegado a Europa por mar en losprimeros días del nuevo año, en un promedio de 1.700 al día”.
Sin duda, hemos de pensar, que podríamosser cualquiera de nosotros, y que las aspiraciones de cualquier especie humana pasa por mejorar su propiaexistencia. Por otra parte, casi sesenta millones de personas se han visto obligadas a huir de sus hogares entodo el mundo, el equivalente a casi la mitad de la población de Japón; y, nos consta, que veinte millonesde estas personas son refugiados.
En consecuencia, el primer deber nuestro pasa por escucharles y, losdiversos gobiernos del planeta, además, deberían derivar un pequeño porcentaje del presupuesto enproyectos de desarrollo para estos países afectados. En ocasiones, cuesta entender que no dejen trabajar aNaciones Unidas, reduciendo el desarrollo al mero crecimiento económico, obtenido con frecuencia sintener en consideración a las personas indefensas. Olvidamos que la ciudadanía únicamente puede avanzar si la atención primaria está dirigida a lapersona, si la promoción de la persona es completa, en todas sus dimensiones, incluida la humana; si nose abandona a nadie, incluidos los pobres, los enfermos, los excluidos, los marginales, los discriminados;si somos capaces de pasar de una cultura de la división a una cultura de la unión y de la acogida. Emigrantes y refugiados no son almas raras que caminan sin rumbo, lo hacen en la mayoría de las vecescon un deseo legítimo de ponerse a salvo, de ser algo más persona, puesto que suelen huir de situacionesde miseria o de persecución, buscando mejores posibilidades de subsistencia.
Por consiguiente, estamos llamados a cambiar nuestras actitudes desinteresadas, favoreciendoeste cambio de comportamiento hacia la movilidad humana, con talantes más justos y fraternos. Todos, enel fondo, más pronto que tarde necesitamos una mano tendida para sentirnos reconfortados ante unaexistencia en el que para nadie existen los caminos llanos: todos son subidas o bajadas. Precisamente, elinstante mágico es el momento en que un sí o un no, llega a trascendernos, puesto que puede cambiar todanuestra presencia de peregrinos. Al fin y al cabo, para todos ha de existir ese abrazo en el camino, esasonrisa, ese aliento en el que todo se vuelva amor desinteresado, el que tanto escasea en este orbe decaminos. Nos lo merecemos, el amor auténtico, pero en su humanidad al completo. Es el mejor pan quepodemos darnos los unos a los otros, y los otros a los unos.