El gozo deriva del amor que se ofrece
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- Categoría: Reflexion
- Publicado el Domingo, 20 Marzo 2016 11:18pm
Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Se dice que nuestro planeta requiere de “un nuevo paradigma económico”, que reconozca “laparidad de los tres pilares del desarrollo sostenible”: el social, el económico y el medioambiental; porque,como ha destacado el Secretario General ( Ban Ki-moon): “juntos definen nuestra felicidad global”. Estacontundente afirmación, y a mi manera de ver acertada aseveración, fue realizada durante los encuentrosque se llevaron a cabo en la Asamblea General, por iniciativa de Bután, un país que reconoce lasupremacía de la felicidad nacional por encima de los ingresos nacionales desde principios de los setenta,cuando adoptó el concepto de un Índice de Felicidad Nacional Bruta para sustituir al más tradicionalProducto Interior Bruto (PIB).
En cualquier caso, la Asamblea General de Naciones Unidas, el 12 de juliode 2012, decretó el 20 de marzo, Día Internacional de la Felicidad, para reconocer la relevancia de ésta yel bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos y la importancia de su inclusión en laspolíticas de gobierno. También quien suscribe, aprovechando la onomástica, y dado que no es fácilcaminar hacia la felicidad plena, apuesta por una mayor concienciación, a través de actividadeseducativas, para poder acrecentar nuestra humanidad mediante un amor incondicional, más puro ydesprendido, observando que cuanto más se da, más le queda a uno.
Ciertamente, vivimos en un mundo cada día más deshumanizado, y por ende más infeliz, pueshemos de saber que el gozo deriva de nuestra generosidad. Muchas personas se pierden las pequeñasalegrías que la vida nos depara cada día, mientras aguardan la gran felicidad que nunca llega como laesperan. Otras buscan la felicidad fuera de sí, como si la placidez estuviera fuera de nosotros, con la consabida frustración que esto conlleva. Tantas veces se nos olvida que la vida es para vivirla a corazónabierto, que en lugar de ir tirando, debemos ir viviendo, o sea creciendo, para conquistar en efecto lafelicidad que constituye el anhelo y, asimismo, el tormento de todo ser humano.
De ahí deriva lasatisfacción de poder experimentar un modo menos egoísta de vivir. Es muy triste ver a una juventuddeprimida, harta de vivir, debilitada. También es muy melancólico ver a unos niños sin infancia, o a unosabuelos sin el cariño de nadie. Por desgracia, esta cultura inhumana nos ha atrofiado nuestras venas mássensibles, y apenas tenemos tiempo para sentir nuestros propios latidos que son, en definitiva, los que nospermiten afrontar los grandes desafíos de nuestra propia existencia.
Posiblemente deberíamos buscar otrasesencias que mejorasen nuestro estilo de vida, más del alma que del cuerpo, más del espíritu, el cualnecesita bien poco para digerir los abecedarios del amor. Al fin y al cabo, algo tan humano como amar,conlleva la sencillez de hallar en el bienestar del otro tu oportuna armonía. Lo armónico es lo que en verdad nos hace sentirnos bien. A mi juicio, tenemos que rescatar elvalor de ser felices. Nos lo merecemos, por el simple hecho de vivir. Tal vez, por ello, tengamos quedespojarnos de aparentar lo que no somos, y mostrarnos como sí somos. La autenticidad siempreregenera. Tenemos que aprender a ser nosotros mismos. Por cierto, me viene a la memoria la respuestaque dio el Papa Francisco, cuándo le preguntaron si era feliz, y por qué era feliz.
La contestación merece,cuando menos ser considerada, para que cada cual reflexione a su modo: “Absolutamente, soyabsolutamente feliz. Y soy feliz porque…, no sé por qué… Quizá porque tengo un trabajo, no soy undesempleado, tengo un trabajo, un trabajo de pastor. Soy feliz porque he encontrado mi camino en la vida,y recorrer este camino me hace feliz. Y también es una felicidad tranquila, porque a esta edad no es lamisma felicidad de un joven, hay una diferencia.