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Jueves, 14 de Noviembre del 2024
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Tiempo para el silencio

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Tiempo para el silencio

Tenemos mucho que meditar, pues si importante es conocerse a sí mismo, no menos fundamentales tomar una ración de soledad, en cualquier parada silenciosa, para llegar al fondo y al alma de loscaminos. Por desgracia, nos falta tiempo para el sosiego. Vivimos al borde de la locura, destruyendo másque construyendo, afanados en mundanidades que nos impiden entrar en sintonía con la verdad, aquellaque emana de nuestra propia conciencia. Maldito adoctrinamiento. Maldito poderío. Maldito mundopodrido encerrado en sí mismo, que no siente ni padece por los demás.

Precisamos, pues, fortalecer elcorazón, antes de que el corazón deje de latir, por tanta indiferencia acumulada e ingratitud vivida. Bajo la losa del adoctrinamiento más repelente todo es esclavitud. No hay mayor sumisión queno poder emanciparse de la mentira. Tampoco es fácil, por otra parte, romper sujeciones. Para empezar, apenas nos dejan tiempo para reconocernos y amarnos, para querernos en definitiva, mientras solemosdejamos dominar por pedestales crecidos en la maldad. Ante esta bochornosa realidad, creo que nos faltadiálogo con nosotros mismos y nos sobran predicadores, cautivados por el odio y cultivados en lavenganza, que abusan dialécticamente de la palabra. No la conocen como latido.

Por eso, pienso que seríabueno recluirnos en soledad, escucharnos por dentro para poder percibir la poesía con la que nos habla lavida, de la que todos formamos parte. Nos hará bien, mucho bien. Estoy convencido de ello, y así podréhacerme más fuerte, más yo, más de todos y de nadie. No olvidemos que una sociedad del bienestar, no esuna sociedad del bien ser, y aunque pueda estar materialmente desarrollada, suele oprimir el ánimo que eslo verdaderamente significativo.

Reflexionemos sin cesar, vuelvo a repetirlo. Necesitamos que nuestra dimensión espiritual crezcaa la par que otras visiones. Hoy más que nunca requerimos llenarnos de amor para llorar más. Sólo asípodremos fraternizarnos, vivir armónicamente con nuestras lágrimas y con los llantos de nuestrosanálogos. Son muchos los dramas que tenemos que repensar para que retorne la concordia sin cadenas, laabundancia sin derroches, la paz sin armas.

Desde luego, la autosatisfacción de cada ser humano es másinterna que externa, más centrada en el propio sentimiento y, gracias a todo esto, más de donación que depropiedad. En ocasiones, nos cuesta tanto encontrar caminos de justicia, porque quizás descuidamos elamor a lo que somos y por el que existimos. Tal vez, entonces, no existiría este huracán de intoleranciaque nos está dejando sin esperanza.

Tengamos en cuenta que el terror, por si mismo, se injerta denaturaleza maligna, es una guerra reforzada que modifica comportamientos, genera incertidumbre ydivide a la sociedad. Ante esta atmósfera destructiva del ser humano como tal, indudablemente, esnecesario hacer justicia, pero la verdadera ecuanimidad no se contenta con castigar al culpable oculpables, hay que avanzar y hacer lo posible por corregir, mejorar y educar al ser humano para quemadure y pueda cambiar, si es que quiere vivir y dejar vivir. Seguramente tengamos que cohabitar de otra manera.

Siempre hay alguien que te ordena lo quetienes que hacer, aunque contradigan tus propios pensamientos. De ahí mi apuesta por el silencio, máximecuando vivimos bajo una manipulación perversa, muy sutil, en demasiados momentos. Otras veces,también nos desvive dejar oír nuestra voz, y olvidamos lo único realmente sustancial: hallarse. Únicamente así podremos transformarnos, ser más humanos para acoger, aceptar y abrazar.

Las muchassituaciones de exclusión y desigualdad no sólo indican una falta de hermanamiento, sino también defrialdad hacia nuestros semejantes. Nada nos fortifica tanto como el amor verdadero. Es verdad, queandamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismotiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir.