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Sábado, 21 de Septiembre del 2024
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Europa tiene que hacer memoria del camino

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Escritor Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Europa

A lo largo del camino de la vida, nadie camina solo, y es bueno hacer memoria de nuestrahistoria, de lo que hemos podido ser y de lo que somos. Cualquier continente tiene tras de sí un horizonte;y, en el caso de Europa, debiera tener una confluencia poética, fruto de la integración humana. No tiene sentido levantar muros, generar espacios, cuando todos sabemos que somos diversos, pero que estamospredestinados a entendernos. A poco que hagamos memoria, aparte de hacernos bien al corazón,descubriremos lo importante que son los encuentros entre culturas, lo que nos lleva a repensar que lasnaciones europeas han desempeñado un papel decisivo en los asuntos mundiales.

Hoy tenemos el espíritueuropeísta, la gran idea de la unión, sin embargo nos falla darle fundamento, llenarla de contenido, hacerla realidad, vivirla como cotidianeidad y no como un sueño. No podemos echar por tierra lo que hasido un gran proyecto para el planeta, una posible referencia de ciudadanía solidaria y un referente deunidad, donde la inmensa mayoría de los Estados se rigen por sistemas democráticos, aunque no en todosellos estén igual de desarrollados los derechos de los ciudadanos. Lo mismo sucede con esa ciudadanía,no tan asociada como sería saludable para todos, pues la verdadera solidaridad jamás pondría en duda el bien colectivo europeo.

A mi juicio, Europa tiene que volver a ser ella misma, ese montón de caminantes diversos en unasuperficie geográfica mínima, pero siempre dispuestos a reencontrarse más allá de las finanzas, de los dominios e intereses de los países, pues no olvidemos que el proyecto de los padres fundadores era, precisamente, reconstruir Europa con un espíritu auténtico de solidaridad, de servicio muto encaminado alograr que este viejo continente, cuna de la cultura occidental, cumpla su misión uni- versal d e ser la llave maestra en favor de la paz, la libertad y la dignidad humana. Sin duda, el carácter europeísta tiene quedespojarse de tensiones y tomar otras sendas más hermanadas, más de fraternización entre moradores, enun tiempo en el que proliferan tantas formas de inhumanidad.

Recapacitemos, por tanto, volvamos a laconvergencia de sentimientos, a nuestro inmenso patrimonio europeísta, sintámonos uno en medio de ladiversidad, algo que va con nuestras propias raíces, con nuestra conciencia en el respeto de los derechos humanos. No demos pasos atrás como momias obstinadas en la necedad. Abramos la mente que, ennuestra propia senda existencial, tras un poco de cruz, siempre llega un poco de renacimiento. Debemossaber que una ciudadanía que no camina, que no avanza, permanece estática, y esto no es bueno ni para supropia subsistencia como especie.

Sabemos que los Estados miembros europeístas avanzan en lasreformas y corrigen los desequilibrios macroeconómicos, pero eso únicamente no basta para consolidar, ya no solo la recuperación de Europa, su integración, ya que no se trata solo de poder moverse libremente dentro del marco del Espacio Schengen, se trata también de convivir manteniendo vivo el sentido de lagenerosidad. Gracias a la memoria se da en nosotros lo que se llama recorrido; y, Europa, tiene un intenso yextenso itinerario, una larga experiencia donde se percibe que las relaciones entre culturas exigebenevolencia, a la vez que compromiso por parte de todos.

Ciertamente, nos encontramos en un momentoen que resulta especialmente esencial hacer memoria, sobre todo para reflexionar, en relación a nuestrodestino, a nuestra identidad, a nuestro modo de concebir la necesaria fraternización de Europa; ya que si trascendental es reducir los obstáculos al crecimiento y fomentar el empleo, asimismo es preciso impulsar una Europa social que merme las injustas desigualdades.