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Sábado, 21 de Septiembre del 2024
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Drogas y armas; el gran peligro actual

Por: Gabe Ortiz/ America’s Voice

Drogas y armas

Cada día la humanidad cosecha más y nuevos peligros. Si las drogas ilícitas continúan siendo unefervescente riesgo para la salud de los humanos, también la multitud de violencias y conflictos nos estándejando sin aire para poder vivir. Nos lo recordaba hace unos días, Stephen O´Brien, coordinadorhumanitario de Naciones Unidas, al evaluar el devastador impacto de seis años de conflicto en Siria, afirmando que la expectativa de vida en ese país había descendido veinte años. De nada sirven losavances científicos y tecnológicos, si luego el clima generado entre nosotros es destructivo. Tanto lasarmas como las drogas deben seguir estando controladas.

Y en este sentido, mal que nos pese, todos, sinexclusión alguna, tenemos un papel que desempeñar para protegernos, sobre todo a los más jóvenes ypersonas vulnerables, de las sustancias peligrosas, pero también de las atmósferas de odios y venganzasque sólo conducen a aprovecharnos, en cualquier momento, para perjudicar a los demás. Hoy por hoy, lanecedad nos puede, y así, fabricamos más armas que nunca, o mostramos nuestra indiferencia ante unasalarmantes estadísticas, que nos muestran que cada año mueren por sobredosis vidas humanas quepodrían haberse prevenido y salvado.

Drogas y armas son el gran peligro actual. Lo sabemos pero hacemos bien poco para que cesen. Hay una estrecha relación entre las sustancias ilícitas y la violencia, la corrupción y el terrorismo, entrelos traficantes de drogas y las redes delictivas involucradas en el contrabando de todo tipo de artefactos,los secuestros, la trata de personas y otros delitos. Es cierto que ningún país puede actuar por sí mismo, tampoco ninguna persona por sí misma puede ganar la batalla, pero es cuestión de unidad, de que todosparticipemos en darnos una vida, con otros ambientes más regenerados, menos corrompidos. Por ello,entiendo que hay que poner en valor la grandeza de toda existencia humana, desde su inicio hasta sutérmino.

Por desgracia, este alarmante panorama, en lugar de disminuir, va creciendo, y lo peor es que nosvamos acostumbrando a convivir con agresores que te despojan hasta de la misma dignidad humana. De ahí, que cada día, tengamos más personas débiles e indefensas, que optan por caminos fáciles, perooscuros, pues sus vidas acaban siendo controladas por las adicciones. Ciertamente, el uso indebido de drogas causa angustia y tormento a los afectados y a sus seresqueridos, pero también destruye la estructura del ser humano, de la familia y de las sociedad. Con lasarmas pasa lo mismo, es uno de los negocios más fuertes en este momento. Si en verdad quisiéramos lapaz, reduciríamos los almacenes armamentísticos, e invertiríamos más en educación, en salud, enproteger el planeta, en la construcción de sociedades más armónicas con su diversidad, que es loverdaderamente enriquecedor.

No hay mejor manera de huir de los peligros, que custodiar otroshorizontes, como es la alegría de vivir, la confianza en el día a día, o la relación de donación y gratuidadque nos injertemos unos en otros. Ahí radica la clave, en la esperanza de ser para el otro, lo que aspiramosa que sean con nosotros. Soy de los que pienso, en consecuencia, que más que hacer justicia, hay que darvida, con lo que esto supone de que las mismas penas tengan como finalidad fundamental la reeducacióndel delincuente.

Sí el recurso a las armas para dirimir las controversias representa siempre una derrota de la razóny de la humanidad impresa en cada alma; las adicciones son también una capitulación a los programas desalud pública. Sabemos que las oportunidades de trabajo, el fomento del deporte, la vida sana; son una víapara prevenir las dependencias. De igual modo acontece, cuando el diálogo sincero toma posiciones y seimplica en la solución de los conflictos, se favorece el respeto de todo ciudadano y la consideración haciasu modo de cohabitar y de convivir.

En este sentido, nos alegra enormemente que la Agencia de la ONUpara los refugiados y la presidencia de Colombia acaben de acordar fortalecer la participación de losrefugiados como víctimas del conflicto en el proceso de construcción de la paz. Por tanto, es una buenanoticia para el mundo que se den las condiciones para un reencuentro con el país, sus tradiciones y susfamilias. Al fin y al cabo, la felicidad del ser humano mana de esa concurrencia activada por la suma deconciliaciones reconciliadas. En suma, que no podemos vivir sin concordia.