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Jueves, 14 de Noviembre del 2024
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La erosión del espíritu humano

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Espiritu Humano

No me gusta este mundo que juega con vidas humanas, que cultiva el racismo y propicia elresentimiento y la venganza, que se encarcela en la mentira cada noche y se deja cautivar por el endiosadopoder del dinero cada día. El retroceso de los principios y derechos humanos no es bueno para nadie.Llevamos tiempo erosionando nuestro propio espíritu humano. Quizás deberíamos mirar más hacia dentrode nosotros que hacia fuera. Únicamente así podremos modificar actitudes. Fruto de este desgaste es ladeshumanización que atravesamos como especie.

A los hechos me remito. Tenemos el mayor número depersonas desplazadas por conflictos desde la Segunda Guerra Mundial. El sentimiento de exclusión ahíestá, conviviendo con cada cual, lo que incrementa las inquinas, que nos alientan no sólo a ser mássalvajes, también nos alimentan a un extremismo como jamás. Deberían surgir, pues, líderes de acción capaces de modificar la vida de sus poblaciones, tantasveces denigrada, sobre todo en un momento en el que el discurso del rencor ha tomado posiciones decierto privilegio. No se pueden desmantelar las instituciones judiciales, máxime en una época de tantossobornos y corrupciones.

La cuestión es reconstruir un planeta para todos cada amanecer, en el que todaexistencia cuente, y no para un grupo o una clase de privilegiados. Esta esperanza no la podemos perder yhemos de luchar por ella, puesto que el desconsuelo también nos impide ver otros horizontes. En estesentido, considero una buena noticia que la Agencia de la ONU para los refugiados y la Unión Europea, acaben de presentar el proyecto “Educación en emergencias”, dirigido a niños afectados por la violencia.Ideas como ésta son las que hay que poner en práctica ante un clima de terror tan acusado como el quevivimos en cualquier punto del orbe. Tampoco se puede permitir que el espíritu humano se deteriore a través de algo tan en auge comoson las redes sociales, que en un principio pueden instaurar una cultura de encuentro, pero tambiénconlleva sus peligros, y el primero su antítesis, una cultura de enemistad, mediante el acoso en línea, elengaño permanente o la incitación al odio.

Indudablemente la red digital puede ser un lugar rico enhumanidad; pero, igualmente, suculento en inhumanidad. Las leyes internacionales deberán, enconsecuencia, prestar mucha más atención a este tipo de foros, que no consiste en limitar o prohibir elacceso a Internet a sus ciudadanos, cuestión que atentaría directamente contra los propios derechoshumanos, sino de proteger a esta mundializada ciudadanía; ya que, en el fondo, todos podemos serpotenciales víctimas de delitos virtuales.

Por desdicha, el ser humano se ha endiosado de su propio cuerpo y ha perdido su auténtico deseode embellecerse interiormente. Así muchas veces no se halla ni a sí mismo. Hoy vivimos unos de otros,en lugar de vivir para el otro. Ese espíritu humano de donación hacia el análogo hace tiempo que lotenemos olvidado. Somos destructores más que constructores, y esa no es nuestra fuerza. Qué lástima quetambién nuestro hábitat y lo que nuestros antepasados construyeron, en lugar de cuidarlo, corra tambiénpeligro debido a tantas inseguridades.

La necedad nos gobierna y nos aborrega hasta dejarnos sin verbo. O sea, sin alma. Somos así de estúpidos. Es importante el don del entendimiento para nuestra propia vidahumana, ese don de comprender la verdad, aunque esto comprometa mi manera de moverme. No somospersonajes de tragedia, somos seres pensantes con espíritu armónico, que merecemos cuando menosrespetarnos a nosotros mismos con la escucha diaria de nuestras habitaciones internas. Seguramente, paraello, tendremos que mirar más el corazón y menos la fachada.