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Domingo, 22 de Septiembre del 2024
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Buscando signos que nos armonicen

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Signos

No me gusta este mundo que deja a los jóvenes sin futuro, que a los niños en lugar de darlesjuguetes le entrega armas y que abandona a sus mayores en cualquier esquina. Tampoco me deleita lalabor de esos seres humanos a los que les mueve únicamente el interés, saborear el poder, o recrearse enel llanto ajeno. Más de una vez he pensado que sollozamos al nacer porque pasamos de la poética alinfierno, a un orbe de dementes donde todo es mentira, hasta cuando dicen hablarte con el corazón en loslabios.

Sin embargo, cuando fenecemos, apenas hacemos ruido, nos vamos en silencio. Con razón unodebe temerle a la vida, no a la muerte, máxime en una época en que nadie sabe en quien confiar, puestoque nos hemos despojado de ese innato soplo de sinceridad, nos hemos vuelto irrespetuosos; y, además, fríos e inhumanos como verdaderas montañas de hielo. Este espíritu alocado en el que nos movemos cada día se llena de tormentos, pues en lugar deglobalizar los latidos hemos globalizado el terror, y así nos descomponemos como especie, por muchaesperanza que nos demos, ya que mayor es el horror de no desvivirse por vivir hermanados.

Deberíamosreivindicar, en consecuencia, mucho más la amistad entre los pueblos, los países, las culturas y laspersonas. En vez de levantar muros, como algunos pretenden, hay que tender puentes. Necesitamos avivarnuestros lazos. Téngase en cuenta que un verso por si mismo nada es, pero un verso en otro verso y enotro, es un poema, que suele comenzar con un deleite o asombro y terminar en sabiduría, algofundamental para conocerse a uno mismo y reconocerse en los demás.

Nos alegra, en este sentido, que el Papa Francisco, reivindique con motivo de la inminentecelebración de la XXI Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia, el reencuentro de tantas fortalezas,modos de vivir y de cohabitar, pero todos unidos armónicamente en el nombre de Jesús, que es el rostrode la humanidad y el rastro de la luz, el camino d e l a concordia y la esencia de la poesía.

Al fin y al cabo,el ser humano nada puede aprender, sino en virtud de lo que siente. Son las ideas las que nos mueven, queson como pulsos que nos alientan y nos hablan, nos ponen en movimiento, tan solo si antes se hantransformado en sentimientos, que es lo único que puede ensamblarnos, cuando brotan de un alma nívea. Por el contrario, el egoísmo jamás ha forjado uniones duraderas.

Verdaderamente, hoy más que nunca, precisamos de cualquier señal solidaria que nos ponga enel camino del entendimiento. Entenderse es primordial para poder avanzar en paz, junto a todos,conciliando verbos y reconciliando pasiones, conviniendo de que si no estamos bien con nosotrosmismos, difícilmente podemos contribuir a armonizar con nadie. No olvidemos que la huella másevidente de que se ha hallado el camino es el sosiego de cada cual, cuestión primordial para poder trabajarpor la justicia, que no está tanto en las palabras de la ley, como en el latir de las gentes. Por ello, hace faltaensimismarse por lo que representa todo ser humano, pero también engrandecerse con la libertad moral desentirse parte de ese hospedarse acorde con nuestro propio hábitat. Esto es primordial para contener la multitud de crueldades que se gestan cada día.

Hace tiempoque me alarma esta tendencia destructiva de savias humanas. ¡No cerremos los ojos ante todo este afánsalvaje! Abrámoslos bien y en vez de encerrarnos en la soledad, salgamos a su encuentro para invitarle aotras siembras más comprensivas, menos fanáticas. Desde luego, es imposible que un mundo perduresobre el terror, que una civilización avance sobre el miedo, el odio y la venganza, que un planeta vivoresista por mucho tiempo este caudal de maldades y perversiones.

Ante este aluvión de inseguridades ybochornos, dejo mi petición: Retorne el versarse en la auténtica palabra, para que retome el ser humano asu poético andar, que es la que nos embellece nuestra distintiva existencia. Recostado quedo en medio detanta desdicha, a la espera de que le pongamos más fuerza al entusiasmo por lo armónico.