Que nadie nos robe la vida
- Detalles
- Categoría: Reflexion
- Publicado el Lunes, 1 Agosto 2016 8:02pm
Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Me opongo a dejarme robar la vida. Ella es mi sueño, mi esperanza, mi razón de ser, lacomprensión de lo que soy, la autenticidad misma de un caminante con deseos de abrazar horizontesarmónicos. Es una lástima, por tanto, que en todo el mundo proliferen los mercaderes de espíritus. Reivindico la poesía como aliento ante tantos acosos y ahogos existenciales. Todo se condensa en el versoy la palabra, adquiere sentido e imprime orientación.
Es lo que pienso, porque uno reflexiona sobre símismo, y sobre la realidad que lo circunda. Sinceramente creo que la situación es la que es y que es la única verdad. No son estadísticas, soncorazones andantes. Multitud de víctimas son engañadas y sometidas a sumisión con la falsa promesa deun trabajo decente. Un montón de niños y de jóvenes se les impide recibir una educación y se les frustrade un porvenir que les pertenece. No hay familia, escuela, organización, ejército, gobierno, que esté libredel problema de la explotación y el abuso sexual. Las redes delictivas castigan fuerte y se aprovechan delos estados de derecho débiles y de la falta de cooperación internacional.
La humanidad, en su conjunto,ante estos desventurados hechos que crecen en cualquier esquina del planeta, debería tomar conciencia deactuar de común acuerdo en nombre de la justicia y de la dignidad para todos. Para desgracia nuestra todo lo estamos disgregando, con el creciente peligro que representa unindividualismo delirante que desvirtúa los vínculos familiares, las estructuras sociales en su vida afectivay familiar, la falta de colaboración de unos para con otros. No ver más allá de nuestros propios intereseses también una manera de fenecer. Necesitamos poner, naturalmente, más vida en nuestras vidas, máscoraje, más nervio a la hora de alegrarse con los demás, de conciliar posturas, de reconciliar lenguajes.
El dominante egoísmo nos impide compartir nada, cuando en realidad vivir es donarse, comprender,entender y atender a quien nos pide ayuda. Qué lejos ha quedado para algunos moradores aquello de labuena vecindad, en la que todos nos socorríamos mutuamente en las pequeñas cosas cotidianas. La vida es de cada uno de nosotros y hemos de protegerla como tal. Me preocupa, enconsecuencia, el incremento de casos condenados a la pena capital. Vivir y dejar vivir es lo únicoverdaderamente importante y trascendente en nuestro transitar. Resulta intolerable, asimismo, esasabundantes riadas de menosprecios y violaciones de humanas energías, sobre todo si son débiles ymarginadas.
Uno tiene derecho, por dignidad propia, a ser dueño de sí mismo; y, la sociedad, en todocaso, ha de obligarse a hacer más llevadera la existencia a todos, sin excepción alguna. Causa verdaderatristeza, que la trata de personas sea el tercer negocio ilícito más rentable para el crimen organizado,después del tráfico de estupefacientes y el tráfico de armas, según la Oficina de Naciones Unidas contra laDroga y el Delito (UNODOC). Esto debería hacernos recapacitar para poner fin a este gravísimo delito,cuando menos acelerando un desarrollo mínimo vital para todos. Tampoco ninguna vida merece ser corrompida por ideologías extremistas. Los sembradores delterror son auténticos criminales. Desean quitarnos la vida a cualquier precio. Sus hazañas nacen del odio.
Son destructores de existencias. Hay que contrarrestar esta estúpida atracción. La venganza no son buenaspara nadie. “Antes de empezar un viaje de venganza cava dos tumbas”, decía en su tiempo el inolvidablefilósofo chino, Confucio. Es un callejón sin salida. Ello entrañe, tal vez, una apuesta más decidida pordifundir los valores de la vida, que al fin y al cabo está repleta de aspiraciones, el principal caminarunidos. De ahí, la necesidad de protección de los derechos humanos y el estado de derecho, que debevelar por toda vida, por insignificante que nos parezca.
Nuestra existencia nos pertenece porque sí. Así declaro y así de hondo, de tal suerte que camine por el camino que uno quiera tomar; o sea, con el dominioabsoluto de sí mismo y el intacto respeto a la vida de su semejante.