Nosotros, los humanos
- Detalles
- Categoría: Reflexion
- Publicado el Lunes, 6 Marzo 2017 11:20am
Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Nunca es tarde para recomenzar un tiempo. Este retornar a un nosotros más fraterno es un vivo poema quenos da luz. A poco que penetremos en el corazón hallaremos la dimensión comunitaria como centro de nuestrospensamientos y abecedario de nuestra conciencia. Sea como fuere, el mundo ha de transformarse en más sosiego, enmás amor y, por ende, en más vida. No es tiempo de reclutar a nadie, y aún menos a seres indefensos, sino de dejarlosvolar para que, por si mismos, hallen el camino de la liberación. Ya está bien de activar torturas en lugar de abrirnos ala escucha, a la consideración del otro, a la estima de uno mismo y a la conciliación de actitudes.
De ahí laimportancia de la autenticidad de nuestras acciones en esa permanente búsqueda, no del aplauso, sino del hallazgo ala solución del encuentro con la diversidad. Tenemos que salir de la hipocresía mundana, ser más interior que exterior, más verbo que nombre, paraconjugar la sencillez con la generosidad. No podemos perder más tiempo en políticas que son más negocio queservicio, en palabras que son más del momento que del tiempo, en protocolos que nos acrecientan el egoísmo y lanecedad. Hay que despertar, tomar el tiempo debido para el impulso, pero actuar contundentemente, cuando menospor un planeta más equitativo, más libre y humano, más de todos y de nadie. Los humanos, sí todos y cada uno de nosotros, estamos llamados a tomar parte activa en el camino atransitar.
Por desgracia, nos hemos habituado a vivir egoístamente, a luchar por las cosas materiales antes que poraquellas que tienen alma, a no prestar atención a los que encienden batallas, a no dejarnos interrogar por aquellosciudadanos que no tienen un techo para cobijarse, a no plantarle corazón a la violencia para desterrarla de nuestravista, a encogernos de hombros y mirar hacia otro lado, cuando vemos a alguien que nos pide auxilio. En demasiadasocasiones nos desentendemos de lo que somos. Olvidamos que, cada minuto, 24 personas tienen que huir para salvarsu vida.
Las raciones de comida en África se recortan hasta el 50% por falta de fondos. Sin duda, estamosatrav e - sando la ma- yor crisis humanitaria después de la segunda guerra mundial, y apenas, mostramos interés por elcambio. El último informe de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) pone de manifiesto,precisamente, la falta de alternativas para estas gentes en Europa. Con apenas dos meses del año 2017, cerca de trescentenares de personas ya han muerto intentando cruzar el Mediterráneo.
Nos consta que miles de refugiados recurrena traficantes de personas, a falta de vías legales para alcanzar un lugar seguro. ¡Qué pena de tantos muros y fronterasinútiles!Confieso que me quedo sin aire ante estos acontecimientos macabros. Cualquiera de nosotros podemos serun refugiado en algún momento. Nadie estamos libres, en una tierra cada vez más convulsa, a quedar presos, a dormiren la calle. Por ello, requerimos de otras expresiones más armónicas, menos interesadas, por el camino delentendimiento y de la humildad. Para nada nos facilitan el camino ciertos modales prepotentes, de orgullo yautosuficiencia. Sin duda, deberíamos tomar otros itinerarios más sensibles con toda existencia humana. Andamossaturados de despropósitos.
A ello se suman los agentes infecciosos que se expanden por doquier. Ahora sabemos quela contaminación mata anualmente en España a cerca de tres mil personas y que, en todo el mundo, provoca cada añomás de tres millones de defunciones prematuras, según datos recientes de la Organización Mundial de la Salud(OMS). Dicho lo cual, nosotros (los humanos), hemos de repensar en modelos de producción que, aparte de asegurarrecursos para todos y para las generaciones futuras, no sean tóxicos, ni radioactivos. Al fin y al cabo, todos tenemos derecho a respirar un aire limpio, pues si importante es el derecho a sertratados con respeto, también a vivir una vida libre de contaminantes, de discriminación, coerción y abusos.
Tras loserrores y horrores del siglo XX, no debe haber espacio para la deshumanización en el siglo XXI, de manera quehemos de apostar por otro modo de vida más constructivo, por nuevos hábitos más níveos, para que pueda serposible una mejor alianza entre todos y el hábitat. Ojalá hallemos el natural abrazo con el que se une el cielo con latierra, para sentirnos íntimamente unidos con todo lo que existe.