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Jueves, 21 de Noviembre del 2024
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Los trasplantes de popó siguen tomando fuerza la FDA todavía no da su aval definitivo

Trasplantes de popo

La Sociedad de Enfermedades Infecciosas de EE.UU. se convirtió en el primer gremio médico en incluirlos en sus lineamientos. Otros expertos advierten que pueden aumentar el riesgo de Párkinson, VIH y obesidad.

En el 2012, y en medio del desespero por encontrar una solución a una enfermedad que la tenía en cama, Catherine Duff acudió al que podría ser el peor enemigo de los médicos: Google. Duff, ya casi llegando a los 60 años, madre de tres y abuela de dos, sufría una infección intestinal causada por la Clostridium difficile – o C. diff–. La diarrea constante, la deshidratación y la incapacidad de que su cuerpo absorbiera cualquier nutriente, la tenían fatigada, sufriendo constantes desmayos e, incluso, con una falla renal.

Aunque la C. diff se suele tratar a punta de antibióticos, a la sexta vez que Duff sufrió la infección, su cuerpo ya había generado resistencia. Empezó a sentir que ya no había salida. Con las opciones agotadas, fue cuando acudió a Google. Allí encontró un tratamiento que, a primera vista, podría parecer un chiste. Un chiste asqueroso. Se trataba del trasplante de popó, un procedimiento no muy higiénico en el que la materia fecal de una persona sana es introducida al intestino de una persona no sana.

La ciencia detrás es que, a través de un “popó sano”, el enfermo recupere toda una comunidad de microbios de la que dependen varios aspectos de nuestra salud.

Ante la negativa de su médico de realizarle el trasplante, Catherine, junto a su esposo John, decidieron hacerlo caseramente. La periodista Lina Zeldovich narra con detalle cómo lo lograron en el artículo “The magic poop potion”, publicado en la revista Narratevily. En el baño del segundo piso John depositó su popó, su “donación”, en un recipiente para muestra de heces que luego llevo a la cocina. Allí esterilizó su licuadora con agua hirviendo, en la que después vertió las heces y las mezcló con solución salina. El amasijo que salió de allí lo filtró con una tela y lo llevo a donde su esposa, que estaba recostada en la cama del cuarto.

Para hacer el procedimiento más fácil, John había puesto unas tablas en las patas de abajo de la cama para que la gravedad hiciera lo suyo. “Catherine rodó sobre su lado izquierdo, con la rodilla hacia su pecho, la posición recomendada”, cuenta Zeldovich. Después de que su esposo depositara la donación en su cola, con ayuda de un embudo, “Catherine giró sobre su espalda y levantó sus piernas, moviendo lentamente su cuerpo de lado a lado para extender la mezcla dentro de ella”. Duró cuatro horas con la donación adentro.

Al otro día del procedimiento, el panorama fue otro. Duff había logrado dormir toda la noche por primera vez en meses, ya que no tuvo que ir con diarrea al baño. El ánimo le mejoró. Se volvió a bañar y a maquillar. Se había recuperado.

Así fue cómo empezó una cruzada para que el trasplante de popó fuera practicado y aceptado por el gremio médico. Aunque hay doctores que afirman que el trasplante de popó es exitoso hasta en un 90 % para casos de C. diff, son pocos los que lo practican. Parte de esto tiene que ver con que la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos (FDA por sus siglas en inglés) aún tiene catalogado este tratamiento como “un nuevo fármaco en investigación”. Lo que quiere decir que, para practicarlo, el médico le tiene que presentar una solicitud a la FDA, lo que les puede costar bastante plata y tiempo.