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Jueves, 21 de Noviembre del 2024
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Cómo estar desanimado puede alterar el funcionamiento de nuestro cerebro y nuestra relación

Desninado

Las emociones negativas pueden suprimir la capacidad de nuestro cerebro de ser sensible al dolor de otros.

Cuando la joven es golpeada con una picana de ganado casi podemos sentir su dolor. Y nos repugna la terrible injusticia de su aprisionamiento. La descripción es tan perturbadora porque sabemos que cada escena en esta obra ficticia fue inspirada en eventos históricos.

“Si tuviera que crear un jardín imaginario desearía que los sapos en él fueran reales”, dijo Atwood sobre su obra en el New York Times.

Fácilmente nos ponemos en el lugar de Offred y sentimos empatía hacia ella. Su sufrimiento toca nuestra capacidad humana de sentir lo que otros sienten. De hecho, cuando vemos el sufrimiento de otra persona, las áreas de nuestro cerebro que regulan el dolor se activan. Pero nuestro propio estado emocional afecta nuestra capacidad de empatía. Nuestras emociones cambian la forma en que nuestro cerebro responde ante otras personas, incluso cuando sufren. Y especialmente cuando nos sentimos mal anímicamente, este estado emocional afecta cómo nos relacionamos con nuestro entorno.

El estado de ánimo puede influenciar el comportamiento en muchas formas. Desde nuestras amistades hasta lo que elegimos comer (cuando nos sentimos mal comemos cosas menos saludables). Cuando nuestros amigos están deprimidos o desanimados, su estado puede ser contagioso y hacernos sentir abatidos. Los estados de ánimo negativos se pueden propagar incluso a través de las redes sociales, según un estudio publicado en 2017.

Nuestras emociones son tan poderosas que si nos sentimos bien de ánimo experimentamos menos dolor cuando tenemos una herida. En otras palabras, la positividad tiene un efecto similar a un analgésico.

En el caso de las emociones negativas el efecto es opuesto: el dolor que experimentamos cuando tenemos una herida aumenta. Y lo que es peor aún, un estudio reciente publicado en diciembre de 2017 demostró que cuando nos sentimos mal anímicamente esto afecta nuestra capacidad innata de responder ante otra persona que siente dolor. Nuestra negatividad reduce nuestra empatía.

Emilie Qiao-Tasserit y sus colegas en la Universidad de Ginebra querían comprender la forma en que las emociones afectan las reacciones ante el sufrimiento de otros. Para ello los investigadores diseñaron un experimento, en el que hicieron sentir a los participantes cada vez más dolor al aumentar la temperatura de un dispositivo sujetado a sus piernas. Los científicos escanearon además el cerebro de los participantes mientras veían fragmentos de films positivos y negativos, y cortos de otras personas que experimentaban dolor. Aquellos que vieron primero films negativos y luego cortos de personas sufriendo, registraron menos actividad en las áreas de la corteza cerebral relacionadas con el dolor: la ínsula anterior y el giro cingulado medio. Estas áreas suelen activarse cuando vemos a otras personas con dolor o experimentamos dolor nosotros mismos.

“En otras palabras, las emociones negativas pueden suprimir la capacidad de nuestro cerebro de ser sensible al dolor de otros”, señaló Qiao-Tasserit.