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Sábado, 21 de Septiembre del 2024
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La “Dislexia” letras, sílabas y palabras sin significado alerta

Dislexia

Alejandra -aunque podría ser Lucía, Daniel, Marcos, David...- tiene nueve años, está en cuarto de Primaria y tiene dificultades para leer y comprender lo que lee.

Sigue deteniéndose en cada sílaba. No-pue-de-leer- co-mo-cual-quier-ni-ñode- su-cla-se. Empezó teniendo dificultades para hablar, se le resistía la pronunciación de la letra “r”. Luego, esos problemas se materializaron al empezar a leer, no seguía el ritmo de sus compañeros de clase, presentaba dificultades en la lecturoescritura. A este retraso se le añadía que era tímida de carácter, con lo que sus carencias pasaban aún más desapercibidas. Pero al llegar a cuarto y seguir leyendo como si estuviera en primero o segundo hizo saltar las alarmas de sus padres y profesores que decidieron ver qué pasaba.

Tras una valoración rigurosa llegó el diagnóstico: Alejandra era disléxica. A pesar de su problema, acabó la educación secundaria con un apoyo constante del colegio y de la familia, con un refuerzo en la lectoescritura para adquirir la conciencia fonológica adecuada para conseguir leer. Aunque puede leer, le cuesta acceder a un texto, entenderlo y comprenderlo. También ha tenido dificultades para expresarse por escrito, tanto en la riqueza y fluidez de los contenidos, como en la organización del escrito y en la ortografía. Por eso, para valorar el nivel de conocimiento adquirido, la mayor parte de los exámenes que realizaba Alejandra eran orales, porque los entendía más rápidamente y podía expresar mejor sus conocimientos. Además, podía defenderse mejor y evitar las temidas faltas de ortografía.

Diagnóstico

”Para poder diagnosticar la dislexia, el niño debe de tener un retraso de la lectura de al menos dos años o situarse en 1,5 desviaciones típicas por debajo de la media en las pruebas de lectoescritura. Su cociente intelectual tiene que encontrarse dentro del rango de la normalidad, nunca por debajo de 80, y descartar que no haya otros problemas, como, por ejemplo, un déficit de atención”, apunta la psicóloga Silvia Álava, quien añade que hay unos signos de alarma que pueden poner en sobre aviso de que algo pasa.

Así, si un niño invierte los números y las letras, comete rotaciones y confunde las letras b-d y p-q, tiene muchos problemas en la asociación del fonema con el grafema, es decir no llega asociar cada letra con su sonido, le cuesta realizar ejercicios de conciencia fonológica, no es capaz de separar las sílabas: a-be-ja, se salta de forma habitual renglones cuando lee en voz alta, inventa un número elevado de palabras y tiene verdadera aversión a leer y a escribir hay que pedir ayuda porque puede tener dislexia.

Dificultad, no impedimento Juan Narbona, neuropedriatra de la Clínica Universidad de Navarra, se muestra partidario de desterrar el término dislexia y sustituirlo por el nombre oficial: trastorno del aprendizaje de la lectura y de la escritura. “Aunque realmente a mí me gusta más llamarlo dificultad para adquirir la lectura y escritura”. Es una variación en la capacidad innata para adquirir este sistema (lectura y escritura) que no es connatural al humano, como es el lenguaje hablado.