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Martes, 7 de Mayo del 2024
| 11:38 pm

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Hijos de deportados esperan el regreso de sus padres

Washington DC.-
Hay días que José Machado se siente tan deprimido que se tira a llorar en el sofá de su pequeño apartamento, abrumado por la angustia que le provoca la ausencia de su madre, una nicaragüense deportada hace dos años por estar en Estados Unidos sin papeles.

José, que acaba de cumplir 18 años, extraña decirle “hola” cada mañana, contarle cómo le fue en la escuela, darle un abrazo, comer lo que ella cocina, escuchar sus consejos. Quisiera que su mamá esté con él para su graduación del colegio secundario, este mes.

Evelyn Rivera, de 24 años, no ve a su madre desde hace seis años, cuando la detuvieron por manejar sin licencia mientras la acompañaba en el automóvil rumbo al trabajo. Su sueño es volver a ir al cine, a su restaurante favorito y al parque con ella. Hablar largo y tendido como amigas, abrazarla, besarla. Que vuelva desde Cali, Colombia. Eddi Cristóbal también siente el peso de la ausencia de su madre.

Cuando la repatriaron a Guatemala, hace cuatro años, le prometió cuidar a sus tres hermanitos y desde entonces intenta hacerlos reír siempre que lloran, lo que sucede casi a diario. Todos los días hablan con ella y aunque su tía los ha llevado a vivir con ella, extrañan a la mamá.

Al igual que José, Evelyn y Eddi, miles de chicos que han sido separados de sus padres confían en que sus familias se vuelvan a reunir si se aprueba una reforma a las leyes de inmigración que resuelva la situación de unos 11 millones de extranjeros que se cree están en el país sin papeles. Como sus padres, algunos de estos chicos tampoco tienen papeles, otros son ciudadanos estadounidenses o residentes, pero a pesar de su diferente situación migratoria, todos comparten el mismo sufrimiento: han sido separados de sus padres, que en la mayoría de los casos llegaron al país en busca de un futuro mejor y se quedaron de manera ilegal.

Mientras el Senado debate un proyecto de reforma, estos chicos sueñan con abrazar a sus padres, reír y llorar con ellos, sentir el olor de su piel, confesarles sus penas y sus alegrías mirándolos a los ojos.

“No hay nadie que pueda sustituirla. La persona que siempre va a estar incondicionalmente es la mamá. Eso no se puede reemplazar”, aseguró Machado. “Quiero encontrarme con mis hijos. Me desespero por estar aquí, yo sola, y ellos allá”, dijo la mujer en conversación telefónica desde Guatemala, donde trabaja lavando ropa de otras familias. “Se siente bien feo, bien triste. Pienso cómo estarán, qué comen, cómo les irá en las clases. No hay ni un día que no llore”.